A veces es precisamente este pequeño y aparentemente “discreto” órgano el que puede convertirse en fuente de graves problemas: desde formación de gases y deficiencia de proteínas hasta una amenaza directa para la vida. Las personas que alguna vez han experimentado dolor agudo debido a un ataque de pancreatitis generalmente comienzan a controlar estrictamente su dieta y evitan alimentos que podrían, al menos teóricamente, causar daño. Pero no siempre se trata de comida. Uno de los principales destructores del páncreas no está en tu plato en absoluto. De qué debe preocuparse realmente, qué provoca la inflamación del páncreas y qué dos medidas ayudarán a protegerlo: se lo diremos en este material.
¿Cuál es la principal causa de la pancreatitis?
La secreción producida por el páncreas es increíblemente agresiva. Si se interrumpe su flujo de salida, puede literalmente comenzar a “digerir” la propia glándula, causando inflamación. Normalmente, el jugo pancreático ingresa al conducto común, donde se activa al entrar en contacto con la bilis, y sólo entonces se envía al duodeno para descomponer las proteínas, las grasas y los carbohidratos. Sin embargo, si hay algún obstáculo en el camino, surgen problemas. En la mayoría de los casos, se trata de un bloqueo de uno de los conductos por un cálculo biliar o de un espasmo del esfínter o del propio conducto que conduce al intestino. Aquí es donde residen dos formas clave de prevenir el desastre.
La conexión inseparable entre la vesícula biliar y el páncreas
Paso uno: deshacerse de los espasmos y prevenirlos
Los músculos lisos de los órganos internos son algo único. Sus fibras pueden contraerse hasta el 75% de su longitud original, algo que ningún bíceps puede hacer. Por lo tanto, cuando los espasmos ocurren bajo la influencia de factores irritantes, los conductos literalmente se “pliegan”, interfiriendo con el paso normal de las secreciones. La voluntad no actúa sobre estos músculos: ellos responden exclusivamente a señales del sistema nervioso. Son especialmente sensibles a las hormonas del estrés: adrenalina y noradrenalina. Incluso la tensión nerviosa habitual puede provocar un espasmo que bloqueará la liberación de secreciones de las glándulas.