El hombre perfecto me llevó al altar, pero en su mansión descubrí una puerta escondida.

El hombre perfecto me llevó al altar, pero en su mansión descubrí una puerta escondida. Tras esa pared, aguardaba otra mujer… y un secreto aterrador que me hizo comprender que no era esposa, sino prisionera de un juego macabro que él había planeado desde el principio.

El día de mi boda parecía sacado de un cuento de hadas. El jardín estaba cubierto de rosas blancas, una orquesta de cuerdas interpretaba melodías celestiales y todos los invitados comentaban la perfección del evento. Daniel Whitmore, mi esposo, era el heredero de una de las fortunas más poderosas de Nueva York. Alto, elegante, con una sonrisa que irradiaba confianza, todos lo consideraban el soltero más codiciado. Y yo, Emma Hayes, me sentía la mujer más afortunada.

Pero desde la primera noche en su mansión, algo no encajaba. Daniel fue cortés, incluso amable… pero frío. No hubo caricias, ni besos apasionados, ni la cercanía que cualquier recién casada espera. Me dijo que estaba cansado, que tenía asuntos de negocios, y se retiró a otra habitación. Pensé que sería algo temporal. No lo fue.

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