El HIJO del MILLONARIO era CIEGO… hasta que una NIÑA sacó de sus ojos algo que nadie podía imaginar

Había una vez, en una calurosa tarde de verano, una niña llamada María que caminaba por la plaza central de su ciudad. Con sus pies descalzos y un vestido deslavado que había sido azul, María parecía estar fuera de lugar entre la multitud. Su cabello despeinado se mecía al ritmo del viento, pero lo que realmente la hacía diferente era la calma que reflejaban sus ojos oscuros, una mirada que parecía ver más allá de lo visible.

El bullicio de la plaza era inconfundible. Las mujeres escogían frutas frescas, los hombres debatían sobre las últimas noticias, y los niños correteaban entre los puestos. Pero para María, no parecía importarle mucho el ajetreo a su alrededor. Caminaba con lentitud, como si estuviera buscando algo o a alguien, mirando los rostros de los desconocidos y las bancas vacías. De repente, se detuvo frente a una banca, bajo la sombra de un viejo árbol de castaño, donde un niño estaba sentado.

Su rostro parecía ser de alguien que no pertenecía a aquel lugar. Su traje blanco brillaba bajo el sol, casi como si fuera irreal. Cubría sus ojos con lentes oscuros y sus manos descansaban sobre las rodillas, la cabeza ligeramente levantada, como si estuviera escuchando algo que los demás no podían oír. María, con pasos suaves, se acercó a él y se sentó al borde de la banca. “Hola”, dijo con suavidad.

El niño, llamado Elías, giró hacia ella sorprendido. “¿Tú me hablas a mí?”, respondió con inseguridad. “Sí”, contestó María, con una sonrisa tranquila. “¿Por qué estás aquí solo?”, preguntó, observando sus ojos cubiertos por los lentes oscuros. Elías soltó una pequeña risa triste, algo que sonaba demasiado pesado para alguien tan joven. “Porque aunque esté rodeado de gente, sigo estando solo. No puedo verlos. Soy ciego.”

María lo observó en silencio por un momento antes de preguntarle su nombre. “Elías”, respondió el niño. “¿Y tú?”, preguntó, y María le dijo su nombre. “Mucho gusto, María”, dijo Elías con una sonrisa leve, y añadió: “Eres la primera persona que me habla hoy sin mirarme con lástima.”

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