El hijo de un millonario, que tiene TDAH, gritó sin parar durante el vuelo; luego, un joven negro se levantó e hizo algo que dejó a todos en shock…

Daniel lo ignoró al principio, sin dejar de golpear el asiento.
Pero Jamal no se inmutó. Sacó un pequeño cubo de Rubik de su bolsillo y comenzó a manipularlo automáticamente, con dedos rápidos y precisos. El tintineo del plástico llamó inmediatamente la atención de Daniel.
Y por primera vez en una hora, se hizo el silencio.

“¿Quieres probarlo?”, preguntó Jamal con calma.

Daniel dudó, sorbió por la nariz… y luego extendió la mano. Su padre se quedó sin palabras.
El niño que había rechazado toda autoridad acababa de aceptar el objeto sin pestañear.

Jamal le enseñó a alinear los colores, paso a paso.
Su voz era tranquila, paciente, la de quien ya sabía cómo hacerlo.
Poco a poco, la energía caótica de Daniel se transformó en concentración.
Sus dedos se activaron. El cubo se convirtió en su mundo.

Los auxiliares de vuelo intercambiaron miradas de asombro.
Los pasajeros se inclinaron hacia delante, fascinados.
Una mujer susurró:

“Increíble…”

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