El hermano menor pidió dinero para comprar casa. La hermana mayor le transfirió medio millón sin dudar, mientras que la segunda…

Pasaron tres años…

Paola y yo abrimos una fondita. Al principio fue bien, hasta que llegó la pandemia.
Todo se fue al suelo.
La casa fue embargada.
Yo, con vergüenza, le oculté a Paola que ya había empeñado los papeles meses antes.

Una noche, mientras limpiaba la bodega del fondo, tropecé con algo pesado.

Era el frasco de pepinillos.

Quise tirarlo, pero al abrirlo…
Vi algo extraño en el fondo: una bolsa de plástico, cuidadosamente envuelta, gruesa.
La saqué. La abrí con manos temblorosas…

Y sentí que el corazón se me detenía.

Un fajo de billetes viejos.
Una libreta de ahorro con un millón de pesos.
A mi nombre.

Y entre ellos, una nota manuscrita:

“El día que realmente lo necesites, lo abrirás.

Para ti, el menor de mis hermanos.

—Mariana.”

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