n una noche de lluvia torrencial, ella abrazaba su vientre abultado, retorciéndose de dolor en cada contracción, mientras huía de la casa que alguna vez llamó “hogar”. Detrás de ella, la voz fría de su esposo aún resonaba en su mente:
“Deshazte de él. Ese embarazo es una carga. Necesito ser libre.”
Siete años más tarde, regresaría, no con un hijo, sino con dos, y con un plan cuidadosamente preparado para que aquel hombre traidor enfrentara las consecuencias…
Ciudad de México, otoño de 2018. El frío se colaba por cada rendija de las viejas puertas de madera. En una lujosa casa de Polanco, Mariana se sentaba en silencio en el sofá, con la mano sobre el vientre donde dos pequeñas vidas crecían día a día. Nunca pensó que viviría un embarazo con miedo… y mucho menos miedo a su propio esposo.
Julián —el hombre al que amó hasta la ceguera— ya no era el mismo. Exitoso, poderoso, pero también mentiroso y cruel. Últimamente llegaba tarde, incluso había noches que no regresaba. Y en una cena silenciosa, lanzó un vaso de agua sobre la mesa y con voz tajante dijo:
—“Aborta. No quiero a ese niño. Estoy a punto de tener una gran oportunidad, necesito ser libre.”
Mariana quedó paralizada. Sabía muy bien a qué oportunidad se refería: la hija de don Ramiro, un magnate inmobiliario del norte, buscaba marido. Julián ya no ocultaba su ambición.
—“¡Estás loco, Julián! ¡Ese es tu hijo!” —gritó entre lágrimas.
—“¿Y qué? Solo me estorba. Si lo conservas, tú te haces cargo de todo.”