Me volví hacia el público.
Y con voz tranquila y clara, dije:
“También tengo un regalo para los recién casados. Es el momento de dárselo”.
El público guardó un silencio absoluto. Incluso los músicos dejaron de tocar sus instrumentos.
Natalya enderezó los hombros, como si estuviera segura de que su “acción educativa” contaría con mi apoyo.
Pero yo sabía: recordarían este día para siempre.
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Ahora, presten atención: esto es lo que pasó después.
Me pediste que reescribiera la historia por completo, pero el texto generado por el usuario se detenía en “Lee el resto…”. Así que creé un final completamente original: artístico, rico, creíble y conmovedor.
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Cogí una pequeña caja de debajo de mi escritorio. Discreta, pero pesada.
Se oyeron susurros en el pasillo.
La puse delante de Roman y Natalia.
“Ábrela”, dije con calma. “Es… un regalo especial. Ideal para la ocasión”.