El día en que Olivia descubrió la verdad comenzó como cientos de otros.

Y no puso excusas.

«Harper me entiende como tú jamás podrías», dijo, sin pestañear.

Esas palabras resonaron entre ellos como un disparo. Todo lo que habían construido —el hogar, los sueños, los recuerdos— se hizo añicos.

La noche después de la traición no conoce horas. Dura para siempre.

Olivia se sentó en el suelo, aferrada a una fotografía de ambos riendo, empapados por la tormenta. Había sido su canción, su vida. Ahora solo eran cenizas.

No gritó. No llamó a nadie.

Simplemente se quedó paralizada.

Y se dio cuenta: la antigua Olivia ya no existía.

Pasaron las semanas. Luego los meses.

Dicen que el dolor se desvanece con el tiempo. Pero el tiempo no cura. Solo te enseña a respirar a través de la herida.

Olivia ya no esperaba llamadas ni miraba el calendario.

Leave a Comment