—No hice nada extraordinario. Solo traté a las personas como me gustaría ser tratada.
—Y es justamente eso lo que le falta al mundo —respondió Evely emocionada.
En ese instante Christopher miró a Isabela con un brillo nuevo. No era solo admiración. Era algo más profundo. Sincero. Algo que no dependía de estatus. Solo de verdad.
Pero la historia aún guardaba un momento decisivo.
El Vals del Coraje
El sol se ponía sobre Manhattan. Noche de la gran celebración de los 50 años de Stanford Enterprises. El salón del Hotel Waldorf Astoria. Lleno de empresarios. Cámaras. Brindis bajo lámparas doradas.
Christopher, de traje oscuro. A su lado, Isabela. Vestido sencillo. Belleza genuina. Desentonaba del brillo artificial. Cuando entró, todas las miradas se volvieron. Juzgaron en silencio.
Evely percibió el ambiente. Apretó suavemente la mano de la joven.
—Ignora las miradas. Lo que es verdadero siempre incomoda a lo que es falso.
Llegó el momento del pronunciamiento de Evely. Subió al escenario.
—Hoy celebramos… un nuevo valor: el de reconocer que el verdadero poder no reside en lo que poseemos, sino en cómo tratamos a los demás.
Un ruido cortó el ambiente. Una voz femenina resonó.
—¡Hipocresía, eso es lo que es! —Era Sara Mitell. Alterada. Copa de champán en la mano—. Finges ser humilde para ganar titulares mientras destruyes carreras.
Sara se acercó tambaleándose.