El Honor Puesto a Prueba
En los días siguientes, los pasillos de Stanford Enterprises bullían en silencio. Todos sabían ahora. La limpiadora de semblante sereno era en realidad la dueña de todo aquello.
Isabela, por otro lado, se mantuvo igual. La misma sonrisa tranquila. La misma postura discreta. La misma valentía para enfrentar miradas incómodas. Cuando supo la verdad sobre Evely, quedó en shock. Pero lo que más la sorprendió no fue la fortuna. Fue la valentía de la mujer al disfrazarse. Para ver lo que el dinero nunca muestra. La esencia.
Pero el mundo corporativo no perdona las excepciones. En poco tiempo comenzaron los comentarios. Empleadas movidas por envidia. Rumores. Decían que Isabela se estaba acercando al hijo de la jefa por interés. Cada palabra maliciosa sonaba como una puñalada.
Cierta tarde, Isabela encontró un sobre en su pequeña oficina. Dentro, una nota anónima: pobre o rica, sigue siendo una oportunista. Se quedó parada. Inmóvil. Corazón oprimido. En el pasillo, alguien rió en voz baja. Veneno puro.
Evely se veía dividida. El dolor de mantener su secreto. El dolor de ver a Isabela herida. Aquella noche, se sentó en su mansión vacía. Recordó el mundo de la élite. Cruel con quien no encajaba.
“Me habré vuelto como ellos,” pensó.
Decidió que no se escondería más. Revelaría todo.
Pero el destino actuó primero. Christopher descubrió la verdad. Entró en la oficina de su madre. Sosteniendo un informe. El nombre falso. Evely Morris.
—Madre, ¿por qué el nombre Evely Morris está aquí? —Mirada de confusión. De decepción. Me usaste. La usaste a ella también.
Evely intentó explicar. Las palabras se perdieron en el aire. Lo que comenzó como un gesto noble amenazaba con desmoronarse por completo. El silencio entre madre e hijo duró días.
El Duelo de la Verdad
Una noche lluviosa, Christopher entró en la oficina de su madre sin avisar.