—¿Por qué, madre? ¿Por qué disfrazarse? ¿Por qué mentirme?
—Quería protegerte.
—¿Protegerte de qué? ¿Del amor? ¿De la verdad? —Interrumpió con la voz quebrada—. Me enseñaste a confiar en la gente y al mismo tiempo no confiaste en mí.
Sus palabras la golpearon como cuchillas. Evely intentó justificarse.
—Quería encontrar una mujer que viera el corazón, no el apellido. Solo quería asegurarme de que cuando encontraras a alguien, fuera alguien de verdad.
Christopher se quedó en silencio. Parte de él comprendía. Otra parte aún dolía. Pero antes de que pudiera responder, la puerta se abrió abruptamente.
Isabela estaba allí. Ojos llenos de lágrimas. Un sobre arrugado.
—Señora Stanford, yo… —Vaciló al verlos a los dos—. Encontré esto en mi mesa de nuevo.
Otra carta anónima. Más cruel. Nadie quiere a una inmigrante metiéndose con gente rica. Vuelve a México antes de que te hagan volver.
El trueno distante cortó el silencio.
Evely se levantó despacio. Se quitó las gafas. Caminó hasta Isabela.
—¿Quién hizo esto?