“El cuadro que cuelga en la pared”

—Es Daniel.

—¿Tu hijo?

Asintió, incapaz de sostenerme la mirada.

Un torrente de pensamientos me inundó. ¿Cómo era posible? Era infértil. Recordaba cada cita médica, cada prueba, cada lágrima. Aquellas noches en que la abrazaba para aliviar su dolor.

—Pero… los médicos dijeron que…

—Sé lo que dijeron —me interrumpió con voz temblorosa—. Tenían razón. No podía tener hijos.

Guardé silencio. Entonces… ¿quién era ese niño?

Las lágrimas corrían por sus mejillas.

—Lo adopté —susurró.

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire.

—Después de separarnos —continuó—, me inscribí en un programa de adopción. Pensé que jamás volvería a tener fuerzas para amar. Entonces, un día, en un albergue de Tlaquepaque, vi a este niño sentado en un rincón, dibujando con un lápiz roto. Me miró… y reconocí algo. Una soledad que ya conocía.

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