El Abuelo Cuidaba A Su Nieta De 10 Años Cada Día, Un Día La Vecina Vio Algo Extraño A Través De La…

Él estaba allí de pie, sin mostrar emoción. Solo observaba en silencio hacia Carmen. A ella le recorrió un escalofrío. No sabía si en esa mirada había reproche, enojo o un miedo profundo hasta el alma. Claudia despertó el miércoles por la mañana en el hospital privado San Ramón. La luz suave entraba por la gran ventana, iluminando las sábanas blancas. La niña abrió los ojos lentamente, su rostro aún empañado por el miedo. A su lado, Sara estaba sentada en una silla pequeña con ojeras marcadas.

Tras muchas noches sin dormir. Su mano acariciaba suavemente el cabello de su hija, intentando transmitirle una paz que ella misma ya no lograba encontrar. Claudia, susurró Sara. Mamá, ¿está escuchas? La niña no respondió. Sus ojos estaban abiertos, pero no miraban, no reaccionaban como si ningún sonido del mundo exterior pudiera ya alcanzarla. Sara miró a la psicóloga que estaba de pie junto a una mujer de mediana edad llamada Luciana Navarro, de cabello canoso, recogido y voz suave pero firme.

“La niña está en un estado de defensa psicológica muy fuerte”, explicó Lucía. rechaza temporalmente cualquier estímulo externo. Es como si hubiera cerrado las puertas de su alma. Pero, ¿por qué Sara intentó mantener la voz firme? Porque ha pasado por un shock muy grande o que duró demasiado tiempo o ambas cosas, especialmente si no había nadie a su lado para escuchar lo que realmente sentía. Sara bajó la cabeza y apretó con fuerza la mano de Claudia. Lo siento, debería haberlo entendido antes.

Todavía no es tarde. Lucía le puso una mano en el hombro. Vamos a ayudarla a abrir su corazón poco a poco, pero primero recomiendo hacerle exámenes médicos completos. Es necesario. La niña no tiene signos de haber sido herida, pero sospecho que pudo haber sido sedada durante un periodo largo de tiempo. Dijo Lucía con una chispa de alerta en los ojos. No lo afirmo con certeza, pero una niña no puede estar tan débil solo por falta de nutrición.

Sara se quedó helada. ¿Quiere decir que alguien le hizo eso? Necesitamos exámenes para obtener respuestas. Esa misma tarde, mientras esperaban los resultados, Carmen fue a ver a doña Rosario para pedirle ayuda para hablar con los antiguos vecinos del barrio. Juntas caminaron hasta la casa del señor Fermín, un hombre mayor que vivía tres casas más allá de la de don Manuel. Era de pocas palabras, pero muy observador. “Fermín, ¿ha notado algo raro últimamente?”, preguntó Rosario. El señor Fermín, sentado en una mecedora en el porche, dio una calada a su cigarro.

Raro sí ha habido. He visto que don Manuel últimamente sale al jardín en la madrugada. Una vez, como a las 2 de la mañana, se encendió la luz de la casa, salió con un gorro de lana y llevaba algo en la mano. Como un estetoscopio, Carmen se sobresaltó. Lo vio hablar con alguien. No, pero cada vez que salía, miraba a su alrededor y enfocaba con una linterna los arbustos cerca del muro. Parecía que buscaba a alguien. Rosario intervino.

¿Vio a alguna persona extraña por ahí? Fermín asintió. Vi una figura alta y delgada pasar varias veces frente a la casa durante la noche, pero cuando encendía la luz desaparecía. No pude ver su rostro. Carmen tragó saliva. ¿Podría contarle esto a la policía? Claro, no tengo miedo de nada. Esa noche Sara recibió una llamada de la doctora Lucía. Hay un resultado que creo que debe saber de inmediato, dijo Lucía con urgencia. En la sangre de Claudia se encontró una pequeña cantidad de benzodiacepina.

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