Es un sedante de intensidad media, no apto para niños. Sara se quedó muda. ¿Quién podría haberle dado eso? Alguien con acceso frecuente y con suficiente conocimiento para no despertar sospechas. Lucía hizo una pausa antes de continuar. Sospecho del abuelo, pero no estoy segura si su intención era dañar o proteger. Está diciendo que lo hizo para que mi hija no percibiera lo que estaba pasando o para mantenerla en un estado sin pánico. Tal vez pensó que eso era mejor para ella.
Sara se tomó la cabeza con las manos, la voz temblorosa. Ya no sé qué pensar. Tranquila, debemos entender toda la situación. Puede que haya alguien más detrás. Sara llamó a Carmen enseguida y le contó todo. Carmen guardó silencio unos segundos, luego dijo en voz baja, “¿Recuerdas lo que la niña susurró ayer? Él está allá afuera”, repitió Sara. El abuelo dijo que no lo contara. Exacto. No dijo que el abuelo la lastimó, sino que el abuelo le dijo que no hablará.
Eso cambia todo. A la mañana siguiente, la policía regresó a registrar la casa de don Manuel, esta vez con una orden emitida por las autoridades locales. Tras recibir los resultados del análisis de Claudia, el jefe de investigación, Rafael Domínguez, y tres agentes más entraron al patio de la casa número 14. Don Manuel estaba sentado en la sala leyendo el periódico con una taza de té a un humeante sobre la mesa. “Necesitamos registrar toda la casa”, dijo Rafael sin rodeos.
Don Manuel no mostró resistencia, solo asintió. No tengo nada que ocultar. Mientras revisaban el jardín, un joven oficial gritó, “Señor Rafael, aquí, en una cavidad del muro, detrás de una maceta de rosas, encontraron una pequeña caja de metal. Dentro había un micrófono espía, varias cintas de grabación y una memoria USB.” Rafael la tomó y miró a don Manuel. “¿Qué es esto?” Grabaciones respondió Manuel lentamente. Instalé micrófonos en la casa, en el jardín, incluso cerca de la cerca.
Necesitaba oír cualquier ruido extraño. ¿Por qué? Porque sé que alguien está rondando a Claudia. ¿Y por qué no avisó a la policía? Lo hice hace tres meses. Pero pensaron que estaba paranoico. No tenía pruebas. Desde entonces lo hice por mi cuenta. No podía arriesgarme. Rafael entrecerró los ojos. ¿Sabe que administrarse de antes a un menor es ilegal? Lo sé, admitió Manuel, pero no quise hacerle daño. Solo solo quería que pudiera dormir tranquila. Tenía pesadillas todas las noches.
Gritaba y lloraba sin parar. Probé de todo, incluso ayuda psicológica, pero no funcionaba. Un agente bajó del piso inferior con un fajo de fotografías. Señor Rafael, encontramos imágenes impresas de cámaras instaladas en el jardín. Aparece una figura extraña varias veces durante la noche. Rafael frunció el ceño. Aquí está. Finalmente una pista. Se volvió hacia Manuel. Nos llevaremos todos los dispositivos para analizarlos. Usted queda temporalmente citado para colaborar con la investigación. Está bien, dijo Manuel, levantándose sin mostrar ninguna señal de pánico, con tal de que atrapen a él.
El teléfono vibró. Era Sara, señora Carmen. Su voz temblaba. ¿Qué pasa, hija? Claudia se desmayó en el baño. Cuando la sacamos, susurró un nombre. ¿Qué nombre? Arturo Carmen apretó el teléfono y se puso de pie de un salto. ¿Estás segura? ¿Segura? Lo dijo claramente Arturo. Él está allá afuera. El abuelo me dijo que guardara silencio. Él me seguía en el parque. Carmen no dijo nada más. Tomó el teléfono y corrió directo a casa de doña Rosario. Rosario, ¿tienes el número del jefe Rafael?