El abuelo cuidaba a su nieta de 10 años cada día. Un día, la vecina vio algo extraño a través de la ventana. El señor Manuel González y su nieta Claudia vivían en una tranquila zona residencial a las afueras de Castellón. Desde el divorcio de sus padres, Claudia, que apenas tenía 10 años, fue llevada a vivir con su abuelo. Una tarde otoñal y silenciosa, doña Carmen, la vecina, estaba sentada bordando pañuelos en la sala con la ventana entreabierta.
Tranquilamente dirigió la mirada hacia la casa del señor Manuel, como solía hacer por costumbre, y entonces se quedó petrificada al presenciar una escena escalofriante. Claudia estaba sentada inmóvil en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared, los ojos desorbitados de terror, dos lágrimas corriendo por sus mejillas, abrazando con fuerza sus rodillas. Frente a ella estaba el señor Manuel. Su rostro lucía severo, incluso amenazante, y en su mano sostenía algo que brillaba a la luz del sol, algo que parecía un cuchillo.
Doña Carmen se quedó paralizada, se levantó de golpe, el corazón latiendo con fuerza y se esforzó por mirar mejor. El señor Manuel estaba de espaldas a la ventana, pero su mano alzada con aquel objeto filoso parecía estar amenazando. Claudia temblaba, sus ojos clavados en él. “Dios mío”, murmuró doña Carmen, temblando mientras corría la cortina y se ocultaba tras el marco de la ventana. Permaneció quieta un buen rato con el pecho apretado. “¿Qué fue lo que acabo de ver?
No puede ser. ¿Acaso fue un malentendido? Pero entonces el rostro pálido de Claudia volvió a su mente y un escalofrío la recorrió. No, esa mirada no era una mirada normal. Unos días después, cuando logró calmarse, decidió actuar. Preparó un bizcocho, el postre que Claudia una vez había dicho que le encantaba y fue a tocar la puerta de la casa del señor Manuel. Él abrió la puerta con una expresión tranquila, aunque algo sorprendido. Doña Carmen, ¿cuánto tiempo sin verla?
¿Ocurre algo? Su voz seguía siendo grave y cortés como siempre. Hola, don Manuel, sonró ella forzadamente. Hice un poco de bizcocho para Claudia. ¿Dónde está? Estos días no la he visto andar en bicicleta por el patio. Don Manuel la observó un momento antes de asentir y recibir la caja de pastel. Gracias, Claudia. Tiene un resfriado leve. La he mantenido en casa unos días para que descanse. No es nada grave. Ah, ya veo. Asintió ella, aunque con la mirada inquisitiva.