Echó a su esposa y a sus cinco hijos de casa… ¡PERO CUANDO REGRESÓ HUMILLADO, TODO HABÍA CAMBIADO!-CHI

Camila se encerró apenas llegaron de casa de Brenda. Se sentó en el piso, espalda a la cama, mirando la pared como si ahí se proyectara algo que solo ella podía ver. No lloraba ni estaba enojada: era algo más hondo, como una grieta que no se abre de golpe, sino desde dentro. En las palabras de Brenda había algo que dolía admitir: una duda. No porque creyera todo, sino porque por un segundo sintió que algo no cerraba. Y ese segundo alcanzó para tambalear.

En la otra punta, Magdalena doblaba ropa mientras repetía la escena. No se arrepentía de haberla seguido ni de sacarla de ahí, pero no negaba que Camila cambió: no dijo nada, no se quejó, no lloró, y eso es peor, porque cuando un hijo calla, algo se está gestando. Damián intentó disimular su tensión lijando tablas, pero no se concentró. Dejó la herramienta, se limpió las manos y fue a la puerta de Camila.
—¿Puedo pasar?
—Está abierto.
Entró con cautela. Camila seguía en el suelo.
—¿Quieres hablar?
—No.
—¿Te hizo daño?
Damián respiró hondo.
—Solo vine a decirte que, si un día sientes que algo no entiendes o te duele, me lo digas. No tienes que cargar sola tus ideas.
Camila lo miró por primera vez. Tenía los ojos secos, pero brillantes.
—¿Crees que mamá ha ocultado cosas?
Damián guardó silencio unos segundos.
—Creo que tu mamá ha hecho todo lo posible por protegerlos. A veces eso incluye verdades que duelen. No porque quiera mentir, sino porque no siempre se puede decir todo cuando el mundo se cae.
Camila bajó la mirada.
—Brenda dice que tú no eres tan inocente como pienso.
—Brenda es experta en sembrar dudas. Lo hizo con todos.
Camila asintió. No dijo más. Damián se fue sin presionarla y cerró con cuidado.

Esa noche, alguien deslizó un sobre bajo la puerta. Magdalena lo halló por la mañana al barrer. Sin remitente, solo su nombre en tinta negra. Lo abrió. Era la letra de Ernesto:
*Magdalena: no sé si leerás esto. No escribo para justificarme, sino para advertirte. Brenda no se fue. No lo hará porque no busca dinero. Busca lo único que no pudo tener: el respeto de los demás. Y para eso va a romper lo único que construiste sin mí: tus hijos. Va por Camila. Va a hacerla dudar de ti, de mí, de todos. Si cae ella, caes tú. No sé si merezco ayudarte, pero quiero. Estoy listo para declarar todo. Y si me dejas, puedo decir también la verdad de lo que Brenda te hizo hace años. Eso no lo has contado. *

Magdalena se quedó helada. Se le fue el color. Esa última línea le apretó el pecho, como si alguien arrancara de golpe el pasado. Era cierto. No una amenaza: una llave. Una puerta que había mantenido cerrada antes de que nacieran sus hijos, mucho antes de la traición, del dinero, de la ruina. Esa tarde, Camila fue a la escuela en silencio, mochila pesada, hombros tensos, el corazón dividido. Magdalena la vio salir sin decir nada, pero por dentro gritaba: Brenda se acercaba de nuevo, más sutil, más peligrosa. Damián vio el rostro de su esposa y se detuvo.

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