Durante diez años crié a mi hijo sin padre; todo el pueblo se reía de mí, hasta el día…

Durante diez años, crié a mi hijo sin padre; todo el pueblo se reía de mí, hasta que un día unos coches de lujo llegaron a mi casa y el verdadero padre del niño hizo que a todos se nos llenaran los ojos de lágrimas.

La tarde era sofocante en el pueblo. Agachada en el patio, recogí ramas secas para encender el fuego. En el umbral, mi hijo —un niño de diez años— me miró con ojos inocentes.

«Mamá, ¿por qué no tengo un padre como mis amigos?».

No supe qué responder. Durante diez años, no había encontrado las palabras.

La lluvia que lo cambió todo

El sol de la tarde caía con tanta fuerza que los caminos de tierra no eran más que cintas de polvo adheridas a la ropa, la piel… y las esperanzas. Me llamaba Hanh y estaba agachada detrás de nuestra pequeña casa, con las manos callosas por una década de duro trabajo.

«¿Mamá?». Levanté la vista: Minh, mi hijo, se recortaba contra la oscura entrada. A los diez años, tenía los ojos de su padre: oscuros, profundos, siempre buscando una respuesta que yo no podía darle.

—¿Sí, cariño?

Salió a la luz.

—¿Por qué no tengo un padre como los demás niños del colegio?

La pregunta me golpeó como una piedra en agua estancada, removiendo ondas bajo las cuales había ocultado mis frágiles defensas durante años.

—Ayúdame a recoger estas ramitas —dije, esquivando la pregunta como siempre.

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