
Aquella prueba de ADN parecía una formalidad, una manera de calmar la inquietud que les rondaba el corazón. Pero cuando ambas madres abrieron el sobre sellado en la sala de espera del laboratorio, sus vidas cambiaron para siempre.
El resultado era contundente: las niñas compartían el 99,99% del material genético. No eran solo parecidas: eran gemelas idénticas.
Las dos mujeres se miraron en silencio, cada una con el sobre temblando en las manos. Sus hijas jugaban en el rincón con unas muñecas, ajenas al terremoto que acababa de sacudir la vida de sus madres.
—Esto… esto no puede ser —murmuró Clara, la madre de Sofía.
—Pero lo es —contestó Irene, la madre de Valeria—. Aquí está, negro sobre blanco. Son hermanas.
Un silencio largo, pesado, las envolvió.
El pasado vuelve