No estaba sola en esta lucha. Sin embargo, al cruzar la calle, no noté al hombre sentado en la cafetería de enfrente que sostenía un celular y me tomaba fotos a escondidas. Perdida en mis pensamientos. No vi esos ojos extraños siguiéndome cada paso. Al mediodía, cuando llegué a casa y abrí la puerta, vi que Isa ya estaba sentada en la sala con la mirada fría. Mamá fue al mercado. ¿Y por qué no hay comida? Preguntó con un tono parejo, pero lleno de reproche.
¿Con quién se encontró? Tratando de mantener la calma, aunque el corazón me latía con fuerza, respondí. Fui a visitar a una amiga de antes. Dije con la voz lo más suave posible, pero Isa soltó una risa helada que me erizó la piel. ¡Qué amiga! Anda con traje y portafolio y sentada en una oficina de abogado de cuando acá mamá conoce abogados. Sus palabras fueron como un cuchillo, certeras y filosas. ¿Cómo sabía ella que había ido a un despacho de abogados?
¿Será que me había estado siguiendo? Quise confrontarla, preguntarle de frente qué juego traía, pero la mirada de sospecha de Valeria desde la escalera me frenó. La niña estaba ahí, aferrada al barandal, observándome como buscando una respuesta. No podía dejar que me viera titubear. Es solo un amigo de Alejandro. Dije esforzándome en sonar tranquila. Quería hablar sobre él. Isa frunció el ceño, pero no dijo nada más. Sólo se dio la vuelta con una sonrisa desganada. Ya entrada la noche, cuando trataba de dormir un poco, Isa tocó la puerta de mi 4.º.
Entró con un fajo de papeles en la mano y la voz tan dulce que resultaba inquietante. Mamá dijo Sólo tiene que firmar aquí, así yo me encargo de todo por usted. Ya no tendrá que preocuparse por nada. Tomé los papeles con el corazón latiendo desbocado. El logo de una clínica de neurología resaltaba en la portada y la frase tutela legal en letras grandes era como una amenaza. Tal como Ramírez me había advertido. Isa estaba intentando demostrar que yo no tenía capacidad para manejar mis asuntos.
Alcé la vista, fingiendo no entender nada y la miré directo a los ojos. Lo voy a firmar. Dije despacio. Pero no hay. ¿Me das tiempo para pensarlo? Isa recogió los papeles y aunque mantenía la sonrisa, no pudo ocultar su molestia. Piénselo. Dijo con frialdad. Pero las oportunidades no van a durar mucho. Se dio la vuelta, dejándome con la sensación de haber escapado de una trampa, aunque sabiendo que la próxima ya estaba lista. Esa noche no pude dormir.
Me quedé junto a la ventana viendo cómo la oscuridad cubría la calle. El viento sacudía las ramas de los árboles, pero no lograba alejar el miedo que me oprimía el pecho. Justo cuando me iba a levantar, escuché voces susurrando en la entrada. Corrí la cortina, escondiéndome entre las sombras y vi a Isa hablando con la señora López. Ella ya vio al abogado dijo Isa en voz baja, tensa. Tenemos que movernos antes de que sea tarde. La señora López asintió con las manos entrelazadas.
Tranquila le respondió. Yo seguiré hablando con ella. La voy a cansar. Tú nada más ten listos los papeles. Me quedé helada. El corazón detenido. Isa no solo me estaba manipulando a mí. También había metido a la señora López en su plan. Regresé a mi 4. º con las manos temblorosas sobre el cofre donde guardaba el testamento de Alejandro. Sabía que mi tiempo se estaba agotando a primera hora de la mañana. Yo estaba en la cocina, con las manos temblorosas, preparando café, tratando de espantar el frío que se me había metido hasta el alma.
El aroma intenso del café no lograba calmar la inquietud dentro de mí. Cada día que pasaba sentía que caminaba sobre una cuerda floja y que con un solo paso en falso todo se derrumbaría. El sonido apresurado de los pasos de Valeria me sacó de mis pensamientos. La niña entró con el ceño fruncido, los ojos enrojecidos como si hubiera estado llorando. Abuela dijo con voz dura, casi gritando. ¿Por qué papá dejó todo el dinero y la casa a tu nombre?
Mamá dice que tú la estuviste engañando todo este tiempo. Las palabras de Valeria me atravesaron como un cuchillo. Filosas e inesperadas. Me quedé helada. La taza de café casi se me cayó de las manos. Quería explicarle. Decirle que yo no había escondido nada, que todo lo que Alejandro dejó era para protegerla a ella. Pero antes de poder abrir la boca, Isa salió de la sala rápida como un soplo de viento. Abrazó a Valeria por los hombros con una sonrisa fingida en los labios.
Hija dijo con voz dulce pero gélida. Tu abuela solo lo está cuidando. Tenemos que pensar en tu futuro. Tanto tu abuela como yo queremos lo mejor para ti. Valeria apartó la mano de su madre, hizo un gesto de disgusto y alzó la voz terca. Ayer vi que mamá estaba escribiéndole a alguien. Dijo casi gritando. Le decía que la abuela tenía todas las propiedades de papá. También dijo que si ella no soltaba nada, iba a demostrar que la abuela ya no estaba en sus cabales.
Mamá cree que yo no entiendo nada. Me quedé sin aliento. El corazón me dio un vuelco. Valeria ya lo sabía. En su inocencia y en medio de su dolor había tropezado con la verdad que yo trataba de esconder para protegerla. Isa se quedó pasmada. El rostro se le endureció y sus ojos dejaron escapar un destello de pánico. ¿Qué tonterías estás diciendo? Gritó con voz tan afilada como un cuchillo. Ya te dije que no te metas en asuntos de adultos.
Vete a tu 4.º y deja de molestar a tu abuela. Valeria miró a su madre y luego a mí, con los ojos cargados de enojo y confusión. Ya no confío en nadie. Gritó y salió corriendo escaleras arriba. Sus pasos retumbaban con fuerza, rompiendo el silencio de la casa. Yo me quedé allí, con la taza todavía entre las manos, el pecho desgarrado. Valeria, mi nieta adorada, estaba atrapada entre su madre y yo y no sabía cómo acercarla a mi lado sin lastimarla más.
Isa se volvió hacia mí con la mirada helada. ¿Lo ves? Dijo con voz plana, pero cargada de sarcasmo. La niña está confundida. No empeores las cosas. Se dio la vuelta, pero vi cómo apretaba los puños luchando por contener su ira. Yo quise gritarle, decirle que era ella quien estaba lastimando a Valeria. Pero me mordí los labios y guardé silencio. Sabía que no era el momento para enfrentamientos. Esa tarde me quedé en mi 4.º intentando ordenar mi mente revuelta.
Escuché unos golpecitos suaves en la puerta y Valeria entró. Dejó caer con fuerza un cuaderno sobre la mesa, los ojos hinchados, la voz temblorosa. Abuela dijo casi suplicando. Tienes que decirme la verdad. ¿Qué fue lo que papá te dejó? Quiero escucharlo de ti. Yo también soy parte de esta familia. ¿Por qué mamá y tú me ocultan todo? ¿O creen que soy demasiado chica para entender? Al mirarla, vi reflejado a Alejandro cuando era joven. Testarudo, pero lleno de amor.