Después del funeral de mi hijo, no le conté a mi nuera sobre la segunda casa que él me dejó. Y me…

Sabía que ella estaba alterada, buscando desesperadamente un apoyo en medio de la tormenta de verdades y mentiras. Me acerqué al cajón, saqué una foto vieja donde Alejandro la abrazaba siendo apenas una bebé, sonriendo bajo el sol. Puse la foto en sus manos y hablé con la voz quebrada. Tu papá te amaba más que a nada en el mundo. Le dije. Sólo quería que todo estuviera a salvo. Ahora no puedo contártelo todo, pero te prometo que llegará el momento en que lo entenderás.

Yo sólo quiero protegerte. Igual que lo hizo tu papá. Valeria miró la foto con los ojos llenos de lágrimas. Ya no sé en quién confiar murmuró y luego se dio la vuelta, cerrando la puerta de golpe. Escuché sus sollozos desde su habitación y sentí que el corazón se me rompía en mil pedazos. Quise correr tras ella, abrazarla y contarle toda la verdad, pero sabía que aún no era el momento. Si le hablaba de la carta de Alejandro, del plan de Isa, tal vez Valeria no lo soportaría.

Esa noche Isa entró a mi 4.º con una charola de comida. El olor del tamal de elote recién hecho llenaba el aire, pero su voz era fría como el hielo. Mamá dijo dejando la charola sobre la mesa. Valeria está en plena adolescencia. Es muy influenciable. No la confunda más y tampoco piense que va a manipularla para que se ponga de su lado. Sus palabras fueron como una bofetada, agudas y dolorosas. Asentí en silencio, pero cuando Isa se dio la vuelta, noté un papel que sobresalía de su bolsillo.

El logotipo de un hospital desconocido saltó a mi vista. Un expediente médico. El corazón me latía con fuerza. ¿Acaso eso era lo que Isa pensaba usar para demostrar que yo ya no estaba en mis cabales? Quise arrancarle el papel de las manos, exigirle explicaciones de inmediato, pero me contuve. Necesitaba tiempo. Necesitaba pruebas. Tal como Ramírez me había dicho al día siguiente una carta del juzgado llegó a mi buzón. La tomé con las manos temblorosas, el corazón golpeando en mi pecho.

El sobre era grueso, con el sello del tribunal y al abrirlo leí las palabras heladas. Isa había presentado oficialmente la solicitud de tutela legal sobre mí. Me quedé de pie en medio de la sala, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Isa, mi nuera, a quien alguna vez consideré una hija, ahora quería arrebatarme mi libertad, convertirme en una anciana incapaz de decidir por sí misma. Las lágrimas me ardían en los ojos, pero apreté los labios.

No podía darme el lujo de mostrar debilidad. Guardé la carta en el bolsillo y salí de prisa rumbo a la oficina del abogado Ramírez. El despacho de Ramírez seguía igual que la vez anterior. Sencillo, pero imponente. Él me recibió detrás de su escritorio, frunciendo el ceño al leer la carta. Marisol dijo con voz grave. Tiene que estar preparada. Isa seguramente adjuntó un expediente médico falso diciendo que usted sufre un grave deterioro de la memoria. Sus palabras fueron como un cuchillo confirmando mi peor miedo.

Ramírez revisó el expediente médico anexo hoja por hoja, con gesto cada vez más serio, desde la firma del médico, el sello hasta el hospital. Todo es falso, afirmó. Ese hospital no existe. Y el doctor que firma aquí tampoco. Isa está jugando una partida muy peligrosa. Me quedé sentada, aferrada con fuerza a los brazos de la silla, tratando de contener las lágrimas. ¿Cómo pudo hacerme esto? Susurré con voz quebrada. La traté como a una hija. Ramírez. Quise creer que sólo estaba dolida por la muerte de Alejandro, pero ahora quiere quitármelo todo, incluso a Valeria.

Ramírez puso una mano sobre mi hombro con una mirada llena de compasión. Lo enfrentaremos, me aseguró. Pero debe mantener la calma y no dejar que Isa se dé cuenta de que ya descubrió su plan. Necesitaremos tiempo para reunir más pruebas. Al regresar a casa, me sentí como un soldado que vuelve del campo de batalla, cansada, pero sin poder detenerme. Apenas entré a la sala, vi a Isa sentada en la mesa del comedor con papeles esparcidos frente a ella.

Levantó la mirada y sonrió como si nada hubiera pasado. Mamá. El juzgado se pondrá en contacto pronto. Dijo con una voz dulce pero helada. No te preocupes, sólo quiero que todo sea más sencillo. Ya no pude contenerme. Me acerqué mirándola directo a los ojos. ¿Quién firmó estos documentos? ¿Isa? Pregunté con una firmeza que me sorprendió a mí misma. Aquí dice que tengo pérdida de memoria, que ya no estoy en mis cabales. ¿Quién falsificó esto? Isa levantó la cabeza con un destello de pánico en la mirada, aunque enseguida recuperó la calma.

¿De qué hablas? Se burló con una sonrisa amarga. A veces hay que hacer lo necesario. No deberías preocuparte. Ya estás vieja. Déjame encargarme yo. ¿Encargarte? Gruñí, sintiendo la sangre. Hervir. Encargarte es falsificar documentos para quitarme mis derechos. Es decirle a todos que ya no pienso con claridad. Isa, yo te traté como a una hija. Y esto es lo que me haces. Isa se puso de pie de golpe, con los ojos fríos como cuchillos. No te hagas la inocente gritó.

Ocultaste los bienes de Alejandro. Te quedaste con todo para ti. ¿Crees que no lo sé? Todo lo que hago es por Valeria, Por esta familia. La puerta de la sala se abrió de repente y Valeria estaba ahí, con los ojos muy abiertos y la cara pálida. Mamá gritó con la voz temblando. ¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Cómo te atreviste a decir que mi abuela no está bien de la cabeza? Ella no es como tú dices. ¡Isa se volvió hacia su hija y le gritó Cállate, Valeria!

No entiendes nada. Todo lo que hago es por ti, por tu futuro. Pero Valeria negó con la cabeza, con lágrimas rodando por sus mejillas. Corrió hacia la calle, dejándonos a Isa y a mí en un aire cargado a punto de estallar. Esa noche me quedé junto a la ventana, mirando hacia el patio. Valeria estaba sentada en la banca, hablando por teléfono con voz entrecortada. Ya no sé en quién confiar le decía a su amiga. Mi abuela y mi mamá pelearon.

Horrible. Todo está de cabeza. Sólo quisiera que todo volviera a ser como antes. Cuando mi papá vivía. Al escucharla, sentí que el corazón se me rompía. Valeria, mi nieta adorada, estaba atrapada entre la verdad y la mentira. Y yo no sabía cómo protegerla sin hacerle más daño. Una hora después, cuando Valeria ya había entrado, vi a Isa salir a escondidas hacia la reja. La señora López estaba ahí, bajo la luz tenue del farol. Isa le metió un sobre grueso en la mano.

Cuando el tribunal pregunte murmuró Isa. Sólo diga que Marisol olvida cosas y se confunde. Nada más. La señora López asintió con voz baja, pero calculadora, Tranquila. Sé exactamente qué decir, pero asegúrate de que yo reciba mi parte. Me quedé detrás de la cortina con las manos temblando, sintiendo que el mundo entero se derrumbaba. Isa no sólo había falsificado documentos, sino que también sobornó a la señora López para que diera un testimonio falso. Ella había ido demasiado lejos, no sólo manipulando me a mí, sino arrastrando a personas en las que yo había confiado.

Regresé a la habitación, me senté junto al cofre de metal y puse la mano sobre el sobre con los papeles de Alejandro. La carta de mi hijo. Su último mensaje era lo único que me mantenía en pie. Yo sabía que la batalla legal estaba a punto de comenzar y tenía que estar lista. Por Alejandro. Por Valeria. No iba a dejar que Isa ganara. Cerré los ojos y susurré en la oscuridad. Hijo. Mamá va a cumplir su promesa.

Voy a proteger todo lo que dejaste. La mañana del juicio desperté con la sensación de que el mundo entero me aplastaba los hombros. Me paré frente al espejo. Vi mi rostro, las arrugas, los ojos cansados. Pero dentro de ellos aún quedaba una llama firme. Hoy iba a enfrentar a Isa, a sus mentiras y sabía que ésta era mi última oportunidad de defender la herencia de Alejandro, de proteger a Valeria. Me puse un vestido negro sencillo, me cubrí con un chal y salí de casa junto con el abogado Ramírez, con el corazón lleno de nervios, pero también de determinación.

La sala del tribunal era fría. El ambiente pesado, como si una tormenta estuviera a punto de estallar. Me senté al lado de Ramírez apretando las manos, sin apartar la mirada de Isa. Ella ya estaba allí, sentada en frente, con un rostro frío pero confiado. Valeria estaba a su lado, con los ojos enrojecidos. Visiblemente tensa. Yo quería extender la mano, decirle que todo iba a estar bien, pero la mirada de desconfianza de Valeria me desgarró el corazón. Ella estaba atrapada entre su madre y yo y no sabía si todavía creía en mí.

Leave a Comment