Desesperada, fui a la oficina del notario, sabiendo que me esperaban mi exmarido, su amante y…

Camila parecía haber perdido peso desde la última vez que la vi. Sus manos temblaban ligeramente. Sé que no tengo derecho a pedirte nada, comenzó. Lo que hice no tiene justificación. Entonces, ¿por qué estamos aquí? Pregunté fríamente. Camila sacó un pequeño dispositivo USB de su bolso. Porque he estado intentando dejar a Javier durante meses, pero me tiene atrapada. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Ha amenazado con destruir mi carrera profesional. Si lo dejo, “Conozco bien sus tácticas”, respondí sintiendo una punzada de empatía involuntaria.

“Aquí hay más evidencia”, deslizó el USB hacia mí. “Ha estado falsificando estudios de impacto ambiental para el proyecto Laguna Azul. Si la construcción continúa, destruirá humedales protegidos. Miré el dispositivo con escepticismo. ¿Cómo sé que esto no es una trampa? No puedes saberlo, admitió. Pero pronto sabrás que estoy embarazada de Javier y no quiero que mi hijo crezca con un padre corrupto y una abuela manipuladora. Tú eres mi única esperanza. La noticia me golpeó como un puñetazo. El mismo hombre que me había jurado que no quería hijos conmigo iba a ser padre con su amante.

Javier lo sabe, pregunté. Camila negó con la cabeza. Todavía no. Y tengo miedo de su reacción. Tomé el USB y lo guardé en mi bolso. No estoy haciendo esto por ti, aclaré. Lo hago por la empresa y por la memoria de don Ricardo. Cuando nos despedimos, me quedé observándola mientras se alejaba. ¿Estaba siendo manipulada nuevamente o realmente Camila era otra víctima de Javier? Esa noche revisé el contenido del USB con Patricia a mi lado. Efectivamente, contenía estudios ambientales originales y sus versiones falsificadas.

Esto es dinamita pura, comentó Patricia. Con esto podríamos detener el proyecto y poner a Javier contra las cuerdas, pero también podría ser una trampa. Reflexioné. Necesito verificar esta información independientemente. Mi teléfono sonó con un mensaje de Javier. Esto puede terminar de dos maneras, Elena. Conmigo como tu aliado o como tu peor enemigo. Piénsalo bien. Patricia notó mi expresión. ¿Qué pasa? Le mostré el mensaje. La guerra apenas comienza. La oficina que una vez perteneció a don Ricardo permanecía intacta.

Los libros de arquitectura que me había regalado seguían en los estantes. Me senté en su sillón de cuero, sosteniendo la pequeña llave dorada que me había entregado el notario. La caja fuerte estaba oculta detrás de un cuadro de la hacienda Castellanos, la propiedad familiar en Cuernavaca. ¿Está segura de que quiere hacer esto sola?, preguntó Rodrigo, quien me había ayudado a entrar discretamente en fin de semana. Necesito hacer esto yo misma, respondí, pero gracias por ayudarme a llegar hasta aquí.

Leave a Comment