Cuando Rodrigo cerró la puerta, descolgó pequeña y discreta. Introduje la llave y giré el mecanismo. Dentro encontré varias carpetas cuidadosamente etiquetadas y un sobre con mi nombre. Abrí primero el sobre. Elena. Si estás leyendo esto, significa que tuviste el valor de enfrentar a mi familia. Lo que encontrarás aquí te dará el poder para proteger lo que construí o para desmantelarlo si así lo decides. Confío en tu juicio, Ricardo. Con manos temblorosas comencé a revisar las carpetas. Cada una contenía evidencia meticulosamente organizada.
Transferencias bancarias, correos electrónicos impresos, contratos falsificados. Don Ricardo había documentado cada movimiento fraudulento de Javier durante 3 años, pero lo que me dejó helada fue la carpeta marcada como matrimonio. Dentro había informes de investigadores privados sobre mí fechados antes de conocer a Javier, fotos mías saliendo de mi antiguo estudio de arquitectura, copias de mis premios universitarios, análisis de mis patentes de diseño sustentable, plan de adquisición de patentes Valenzuela decía un documento firmado por doña Mercedes. De repente todo encajó.
Nuestro encuentro casual en aquella exposición de arquitectura, el interés repentino de Javier, la insistencia de que dejara mi despacho para unirme a Grupo Castellanos, me habían elegido, no por amor, sino por mis patentes de diseño ecológico, que valían millones. Las lágrimas nublaron mi vista mientras los recuerdos inundaban mi mente. La primera vez que Javier me llamó demasiado ingenua para los negocios cuando doña Mercedes sugirió que mi lugar estaba apoyando a mi esposo, no compitiendo con él. Cómo gradualmente me fueron apartando de los proyectos importantes hasta que solo era la esposa del jefe.
No puedo creerlo murmuré, aunque en el fondo siempre lo había sospechado. ¿Estás completamente segura? Preguntó Patricia al día siguiente mientras revisábamos los documentos en mi apartamento. Esto es mucho más grande de lo que pensábamos. Cada firma está verificada. Cada documento es auténtico”, respondí. Doña Mercedes no solo estaba al tanto de los fraudes de Javier, sino que lavaba el dinero a través de sus fundaciones benéficas. Y lo del matrimonio. Patricia dejó la frase en el aire. Todo fue una estrategia corporativa.
Completé con amargura. Me eligieron por mis patentes. Me aislaron de mi familia y amigos. Y cuando ya no les servía, te desecharon concluyó Patricia. Esos miserables. Mi teléfono vibró con un mensaje de Tomás Vega. He revisado los documentos. Todo coincide. La construcción en Laguna Azul debe detenerse inmediatamente. Los daños podrían ser irreversibles. Necesito ver ese terreno. Decidí. Si vamos a confrontar a Javier, necesito evidencia sólida. El proyecto Laguna Azul se ubicaba a dos horas de la Ciudad de México.