Desesperada, fui a la oficina del notario, sabiendo que me esperaban mi exmarido, su amante y…

Como accionista mayoritaria, tengo derecho a estar presente. Esto es una reunión informal, no una junta oficial, mintió descaradamente. Estás interrumpiendo. Entonces, ¿por qué están todos los directores aquí? Señalé hacia el ascensor, donde varios ejecutivos nos observaban con curiosidad. ¿Puedo llamar ahora mismo al notario Herrera para clarificar mis derechos o podemos subir civilizadamente? Javier me miró con odio, pero se dio. En el ascensor nadie habló. T. Los directores me lanzaban miradas furtivas mientras yo mantenía la compostura, aunque por dentro estaba aterrorizada.

La sala de juntas era tal como la recordaba, una enorme mesa de cristal con vistas panorámicas a la ciudad. Al entrar, todos se pusieron de pie por cortesía, excepto doña Mercedes, que ocupaba la cabecera. “Ese es el lugar de don Ricardo”, dije con firmeza. “Y ahora como accionista mayoritaria me corresponde a mí.” “Insolente”, murmuró doña Mercedes, pero se movió. La tensión era palpable mientras tomaba asiento. “Señores”, comenzó Javier con su mejor sonrisa de vendedor. “les presento a mi exesposa, quien aparentemente heredó algunas acciones de mi padre.

Por supuesto, estamos resolviendo esta irregularidad legalmente. No son algunas acciones, lo corregí, es el 40% con control efectivo. Y antes de continuar, necesito entender por qué el proyecto Laguna Azul sigue adelante cuando sus estudios de impacto ambiental están incompletos. La sala quedó en silencio. Uno de los directores, un hombre mayor que recordaba como aliado de Javier, tosió incómodo. Señora Valenzuela, esos tecnicismos no son relevantes para esta reunión. Tecnicismos, repetí, contaminar un humedal protegido no es un tecnicismo, es un delito ambiental y expone a la empresa a sanciones millonarias.

Vi a Rodrigo asintiendo discretamente desde su lugar. Javier golpeó la mesa. Suficiente. Mi exesposa está aprovechando una situación irregular para sembrar dudas infundadas. Les recuerdo que no tiene experiencia en gestión empresarial. Quizás no, respondí con calma, pero soy arquitecta especializada en desarrollo sustentable y reconozco un fraude cuando lo veo. La reunión se convirtió en un campo de batalla. Javier intentaba invalidar cada una de mis intervenciones, pero yo estaba preparada. Gracias a Rodrigo y a mi propia investigación, pude cuestionar varios proyectos problemáticos con conocimiento de causa.

Cuando terminó la junta, había conseguido al menos sembrar dudas entre los directores. Mientras recogía mis documentos, una mujer joven se me acercó. Soy Tomás Vega, ingeniero ambiental del proyecto Laguna Azul. Se presentó en voz baja. Llevo meses intentando que alguien escuche mis preocupaciones sobre ese proyecto. Si está dispuesta a ayudar, tengo toda la documentación. Le di mi tarjeta. Llámame mañana. Al salir, Camila me esperaba junto a los elevadores. ¿Podemos hablar?, preguntó. En privado. Dudé, pero accedí. Nos encontramos en un pequeño café a unas cuadras de la oficina.

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