Esto no son ajustes, Javier, es fraude. Un murmullo recorrió la sala. Javier mantuvo la compostura, pero noté cómo apretaba la mandíbula. Estas acusaciones son graves, intervino uno de los directores más antiguos. ¿Tiene pruebas de quién habría autorizado estas modificaciones? Las tengo, confirmé mostrando correos electrónicos impresos. Todas las alteraciones fueron ordenadas directamente por Javier Castellanos y aprobadas por la junta directiva anterior. Sin embargo, los documentos presentan una irregularidad interesante. Proyecté una autorización con mi supuesta firma. Esta no es mi firma, declaré.
Nunca autoricé estas modificaciones. De hecho, renuncié a mi posición en el departamento de arquitectura meses antes de que se crearan estos documentos. Doña Mercedes se aclaró la garganta. Querida, estas son acusaciones muy serias contra mi hijo. ¿No será que estás confundida? El divorcio ha sido difícil para todos. La miré directamente, confundida como cuando descubrí que mi matrimonio fue orquestado para adquirir mis patentes. Un silencio incómodo cayó sobre la sala. No sé de qué hablas”, respondió ella, pero su voz tembló ligeramente.
Saqué los documentos de la caja fuerte de don Ricardo. “Hablo de este plan firmado por usted para adquirir las patentes Valenzuela mediante una alianza matrimonial estratégica”. Javier se puso de pie bruscamente. Esto es ridículo. Estamos aquí para hablar de negocios, no de conspiraciones absurdas. Los negocios y las conspiraciones están perfectamente entrelazados en tu caso, respondí con calma. Porque mientras me utilizabas para adquirir patentes valiosas, también desviabas fondos de la empresa a cuentas personales. Con ayuda de Rodrigo, quien manejaba la presentación, mostré gráficos detallados de flujos financieros irregulares.
En los últimos 3 años, más de 175 millones de pesos han sido canalizados a empresas fantasma, empresas que, curiosamente comparten domicilio fiscal con fundaciones benéficas presididas por doña Mercedes Castellanos. La sala estalló en conversaciones alteradas. Javier golpeó la mesa. Suficiente. Esto es una venganza personal disfrazada de preocupación empresarial. Si es venganza, no es la mía. Respondí, “Don Ricardo documentó cada uno de tus movimientos. Él descubrió tu fraude antes de morir. Mostré la carta manuscrita de don Ricardo, donde detallaba sus descubrimientos.