“CÚRAME Y TE DOY LA MITAD DE MI FORTUNA”, LE DIJO EL MILLONARIO DESESPERADO AL HIJO DE LA EMPLEADA… EL NIÑO PUSO SU MANITA EN SU PIERNA MUERTA, REZÓ Y LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS HIZO LLORAR A LOS MÉDICOS

Sergio cerró sus ojitos con fuerza. No recitó una oración de memoria. Habló como quien habla con un amigo.

—Papito Dios… aquí está el señor Fernando. Está muy triste. Tiene mucho dinero, pero le faltan sus piernas. Dice los doctores que no se puede, pero tú hiciste los doctores. Por favor, dale un poquito de tu fuerza. Que camine, Papito Dios, para que juegue fútbol conmigo. Amén.

Fue una oración de diez segundos.

Fernando esperó sentir la decepción de siempre. Esperó abrir los ojos y seguir en la silla.

Pero entonces… sucedió.

Primero fue un calor. Un calor intenso justo donde estaba la mano del niño. Como si le hubieran puesto una plancha caliente sobre la rodilla.

Luego, un hormigueo. Como cuando se te duerme un pie y empieza a despertar, pero multiplicado por mil. Una descarga eléctrica recorrió su columna vertebral, tan fuerte que Fernando arqueó la espalda y soltó un grito.

—¡¡AHHH!!

En ese momento, Rosa, la madre de Sergio, apareció corriendo desde la cocina, con el trapo en la mano y la cara pálida de terror.

—¡Sergio! ¡Niño malcriado! —gritó ella, pensando que el niño había lastimado al patrón—. ¡Perdón, señor Fernando! ¡Perdónelo! ¡Nos vamos ahorita mismo, no lo corra!

Rosa corrió para jalar a su hijo, pero Fernando levantó una mano para detenerla.

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