Cuatro meses después del divorcio, mi exesposa me invitó a su boda. En cuanto vi la cara del novio, se me paró el corazón: la verdad era aún más amarga de lo que había imaginado…

Pero sonrió con tristeza:

“Quería usar el tiempo que me queda para enmendarte el daño. Esta boda…” Tragó saliva con dificultad. “…solo fue una forma de obligarte a venir.
Tenía miedo de irme sin contarte todo esto… y que cargaras con este dolor para siempre”.

Sentí que algo dentro de mí se rompía. La boda fue una farsa.

Una puesta en escena… para ayudarme a sanar.

En sus últimos días, Alejandro seguía pensando en protegerme.

Lo abracé fuerte, sin importarme quién me viera.

“Gracias…”, balbuceé. “Gracias por seguir siendo mi hermano”.

Leave a Comment