Cuatro meses después del divorcio, mi exesposa me invitó a su boda. En cuanto vi la cara del novio, se me paró el corazón: la verdad era aún más amarga de lo que había imaginado…

Sentí que el mundo se derrumbaba.

Mariana dijo con la voz entrecortada:

“Ale se enteró hace tres meses. No quería decírselo a nadie”. Pero cuando supo que no le quedaba mucho tiempo… lo primero que quiso fue hablar contigo.

Alejandro bajó la mirada:

“Siempre supe que te debía algo. Hace diez años… Me enamoré primero de Mariana. Pero cuando vi cómo la mirabas, me hice a un lado.

Pensé que lo había superado… hasta que te divorciaste.

Y me sentí culpable. Pensé que tal vez… sin querer, había influido en las cosas entre ustedes dos”.

Lo negué de inmediato:

“No, hermano. Yo fui quien metió la pata”.

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