Cuando un multimillonario regresó a casa y encontró a su niñera durmiendo en el suelo…

Arrojó su chaqueta sobre una silla, se quitó el reloj, entró en la sala y se quedó paralizado.

Sus gemelos, Emma y Ethan, dormían sobre una alfombra mullida, tan pesada como un coche. Sus cuerpecitos estaban envueltos en mantas cálidas, y su respiración era tranquila y apacible.

Y junto a ellos, acurrucada en el suelo, como protegiéndolos del mundo, yacía María, su niñera.

La escena lo impactó como una descarga eléctrica.

María, una mujer de rasgos suaves y piel morena, a quien se había acostumbrado a considerar parte del entorno familiar, ahora yacía entre sus hijos. Le temblaban las pestañas y en su mejilla se veía un rastro de lágrimas o sueño.

Y por alguna razón, había algo sagrado en esa extraña cercanía.

Durante los primeros segundos, Richard se sintió irritado.

Esto no debería estar pasando. En su casa no duermen en el suelo. No cerca de los niños. No en su mundo.

Abrió la boca para llamar al gerente, pero de repente notó la manita de Emma aferrada con fuerza a la manga de la bata de María.

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