Cuando mi hijo murió, mi nuera se burló de mí: “Deja el drama, haz tus maletas y arréglatelas sola”. Viví dos semanas en mi coche… hasta que el abogado de mi hijo me llamó con una noticia que cambió mi vida.

Sus palabras me golpearon, pero esta vez no retrocedí. Ya no era la mujer que había llorado en un estacionamiento sin saber dónde dormir.

—Daniel era adulto. Sabía lo que hacía —respondí con firmeza—. Y tú lo subestimabas.

—¡No tienes derecho! —gritó—. ¡La casa, los ahorros… eso era nuestro plan de vida!

—Nuestros planes cambian cuando la verdad sale a la luz —dije—. Él sabía que te acercabas a él por interés. Y dudaba de tus intenciones desde hace tiempo.

Clara abrió la boca para replicar, pero entonces apareció en el pasillo un hombre delgado con carpeta en mano: un asistente del abogado, que había sido enviado para entregarme documentos adicionales.

—Disculpe, señora Valdés —dijo el asistente—. Estos papeles requieren su firma.

Clara se volvió hacia él.

—¡Soy la esposa! ¡Tengo derecho a ver todo!

El asistente negó con la cabeza.

—Según las instrucciones del señor Daniel Valdés, usted no tiene autorización. Todo esto es exclusivo para la señora Valdés madre.

Clara se quedó inmóvil. Su rostro se transformó de furia a incredulidad. Por primera vez la vi vulnerable.

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