“Cuando fui a la casa de mi exesposa después de 5 años de divorcio, me sorprendí al ver la foto que tenía colgada en la pared. Hice algo inmoral…”

Esa noche no pude dormir.
La ansiedad me llevó de nuevo al viejo edificio donde vivía.
Su habitación seguía tenuemente iluminada.
Me quedé frente a la puerta, dispuesto a llamar… pero dudé.

De repente, la puerta se abrió.
Ella salió, sorprendida:
—¿Tú?… ¿Qué haces aquí?

Balbuceé:
—Solo quería asegurarme de que… estés bien.

Guardó silencio unos segundos, luego me dejó pasar.
Dentro de la pequeña habitación, el sonido de la lluvia golpeando el balcón hacía el ambiente aún más confuso.

Miré de nuevo la foto de nuestra boda.
Los recuerdos regresaron: los días felices, los abrazos, las lágrimas de nuestra separación.

No pude contenerme.
Avancé, toqué suavemente su rostro reflejado en la foto, y luego la miré durante un largo rato.
Nuestros ojos se encontraron —no hicieron falta palabras.

Sabía que estaba a punto de hacer algo inmoral, porque ella pertenecía a mi pasado, y había prometido no lastimarla otra vez.
Pero en ese momento, mi corazón venció a mi razón.
La abracé con fuerza.

Ella no me apartó.
Solo nos quedamos en silencio, con el sonido de la lluvia cayendo sobre el techo de metal.

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