“Cuando fui a la casa de mi exesposa después de 5 años de divorcio, me sorprendí al ver la foto que tenía colgada en la pared. Hice algo inmoral…”

Observé el edificio envejecido, las paredes con yeso descascarado, las escaleras de hierro oxidado, las ventanas rotas cubiertas con tablas de madera.
Sentí el pecho apretarse.

La seguí al interior para evitar la lluvia.
El apartamento era pequeño, oscuro y húmedo.
Solo había una mesa de madera carcomida, unos cuantos floreros con flores marchitas y una vieja cama.

Pero lo que me dejó paralizado fue la foto de nuestra boda colgada sobre la cama.

No podía creer lo que veía.
Esa foto —pensé que la había tirado hacía mucho—, y sin embargo, después de cinco años, aún la conservaba, colgada en el lugar más sagrado de aquella habitación humilde.

Le pregunté suavemente:
—¿Por qué aún guardas esa foto?

Ella sonrió débilmente, con los ojos llenos de tristeza:
—No es porque tenga esperanzas… solo que… no puedo tirarla.

Al regresar a casa, la lluvia seguía cayendo con fuerza.
Conduje en silencio, con la mente hecha un torbellino.
La imagen de ella sentada en esa habitación oscura, con la foto amarillenta de nuestra boda colgada en la pared, me perseguía cada minuto.

¿Cómo había vivido estos cinco años?
¿Por qué estaba sola y tan triste?

Entonces comencé a preguntarme:
¿Debo volver con ella?
No por compasión ni por obligación, sino porque comprendí que mi corazón nunca había dejado de amarla.

Leave a Comment