Cuando Elisa bajó de aquel tren pensaba que encontraría un esposo pero lo que encontró fue mucho más grande…

Cuando Elisa bajó de aquel tren pensaba que encontraría un esposo pero lo que encontró fue mucho más grande Lo que nadie imaginaba es que esa mujer cambiaría la vida de siete niños y de un hombre que ya había dejado de creer en el amor Bienvenidos a Cuentos de Época Suscríbete y cuéntame ¿Alguna vez la vida te llevó a un lugar inesperado que terminó siendo tu verdadero hogar el silvido del tren cortaba el aire seco de la estación de Clearwater Polvo humo y un calor sofocante se mezclaban en aquel lugar perdido entre colinas áridas y
caminos de tierra Elisa sujetaba con fuerza las asas de sus dos maletas mientras su corazón latía como si quisiera escapar de su pecho Había leído aquella carta una y otra vez durante el viaje Prometía un hogar modesto un esposo trabajador con manos ásperas pero corazón amable un techo seguro comida caliente y hasta algunas gallinas que garantizarían huevos frescos cada mañana Sonaba como la oportunidad de su vida su última oportunidad Pero cuando el tren se detuvo y las puertas se abrieron con un chirrido metálico no había nadie allí
esperando Ningún hombre con sombrero ningún caballo atado al poste ningún cartel con su nombre Solo estaban ellos siete niños en fila pequeños delgados algunos descalzos otros con zapatos desgastados que parecían heredar generaciones de polvo y miseria Rostros manchados de tierra cabellos despeinados por el viento ojos enormes llenos de algo que Elisa jamás había visto No era exactamente miedo tampoco tristeza era abandono El mayor un muchacho de unos 12 años sostenía en brazos a un bebé envuelto en una manta vieja dio un paso al frente respiró hondo y mirándola
directo a los ojos soltó la frase que partiría en dos la vida de Elisa ¿Eres Elisa Henderson ella apenas pudo responder Sí Su voz tembló más que sus manos El niño bajó la mirada apretó los labios y soltó como quien arranca una venda Papá murió Un silencio pesado cayó como un trueno invisible Elisa sintió que el mundo se inclinaba bajo sus pies ¿Qué ¿qué has dicho balbuceó casi sin voz Murió hace tres días Mordedura de serpiente Lo enterramos nosotros mismos Su tono no temblaba sonaba vacío como si aquella frase ya se hubiera dicho muchas veces en su cabeza Elisa se
llevó una mano al pecho No no podía ser No después de todo no después de aquel viaje de aquella carta de aquella promesa No puede ser Él Él me escribió Íbamos a casarnos Él me Pero su voz se quebró ahogada en un nudo de angustia El niño asintió con la mirada dura y vieja demasiado vieja para alguien que no había terminado de ser niño Lo sabía por eso te escribió cuando ya estaba enfermo Dijo que tal vez aunque él no estuviera tú vendrías igual Las palabras golpeaban como piedras Elisa respiró hondo miró a
los demás Dos gemelas de unos 8 años se abrazaban fuerte como si sus cuerpos fueran la única pared que las protegía del mundo Una niña más pequeña de unos cinco sujetaba un trozo de tela desilachada apretándola contra su pecho como si fuera un tesoro Otro niño pelirrojo de cara pecosa y mirada desconfiada mantenía la barbilla alta aunque sus ojos brillaban conteniendo lágrimas que no se permitía soltar Y el más pequeño el bebé dormía ajeno a todo con las mejillas sucias y el cabello alborotado ¿No tienen a nadie más
preguntó Elisa sintiendo que la garganta se le cerraba El mayor negó con la cabeza No usó nosotros El tren detrás de ella soltó otro silvido largo como si le recordara que aún podía subirse y marcharse pero sus piernas no se movían Su mirada se quedó fija en esos siete rostros pequeños rotos esperando esperando algo que ni siquiera sabían cómo pedir Y la casa preguntó más como un susurro que como una pregunta real El niño señaló más allá de las colinas Está ahí no es muy grande pero tragó saliva Es lo único que tenemos
Elisa tragó aire Su pecho subía y bajaba como si hubiera corrido kilómetros Bueno yo tampoco soy muy grande respondió con una sonrisa rota llena de miedo de duda y de algo más algo que aún no entendía Sin decir una sola palabra más el niño soltó el brazo del bebé y con la otra mano tomó una de las maletas de Elisa como si aquella escena ya la hubiera vivido en su mente muchas veces Los otros seis se alinearon detrás en completo silencio y entonces empezaron a caminar Elisa lo siguió Sus pasos crujían sobre la tierra seca Cada metro que avanzaban la alejaba más de su
antigua vida y la acercaba a algo que ni siquiera sabía cómo nombrar No venía por amor no venía por un hogar no venía por seguridad venía porque tal vez la vida la estaba llevando justo donde más la necesitaban El camino desde la estación hasta la casa era más largo de lo que Elisa había imaginado La tierra seca crujía bajo sus botas y cada paso parecía hundirla más en una realidad que no había pedido pero que ya empezaba a sentir suya Nadie hablaba El viento silvaba entre los árboles secos y levantaba pequeñas nubes de polvo que se

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