pegaban a la ropa y alma Los niños caminaban en fila como pequeños soldados de la vida acostumbrados a avanzar sin hacer preguntas sin esperar respuestas Elisa miraba de reojo a cada uno El mayor que cargaba al bebé con una seguridad que ningún niño debería tener Se llamaba Noah según le había dicho Sus ojos eran de un marrón oscuro pero tenían un brillo apagado como si alguna vez hubieran brillado más Y ahora solo quedaran las brasas Las gemelas iban tomadas de la mano con pasos cortos pero firmes Se llamaban Abigail y Amelia Eran
idénticas pero había algo en sus ojos que las diferenciaba Una parecía más dura la otra más frágil La más pequeña de unos 5 años caminaba abrazando un trozo de manta que apretaba contra su pecho como si de ello dependiera su vida Nadie le había dicho su nombre aún El niño pecoso con cabello rojizo y la barbilla levantada en desafío constante se llamaba Samuel mantenía la mirada alerta como esperando que en cualquier momento el mundo les lanzara otro golpe El sexto era Benjamín de unos 3 años que caminaba agarrado al
vestido de una de las gemelas con pasos inseguros pero sin quejarse Y finalmente el bebé en brazos de Noah el más pequeño de todos apenas abría los ojos ignorando el peso que la vida había dejado caer sobre sus hermanos Cuando llegaron a la cima de la colina Elisa pudo ver la casa o lo que alguna vez había sido una era más pequeña de lo que imaginaba Una cabaña de madera con el techo ladeado las tablas descoloridas por el sol y una puerta que colgaba torcida apenas sujetada por una bisagra oxidada La chimenea agrietada parecía a punto de
derrumbarse Una cerca rota rodeaba un terreno seco donde alguna vez quizás hubo un jardín o algunos animales No se adelantó empujó la puerta que crujió como si protestara por ser abierta y entró sin decir palabra Los demás lo siguieron uno por uno como si fuera un ritual ya conocido Elisa respiró hondo antes de cruzar el umbral Y lo que encontró adentro le apretó el corazón El interior era oscuro con las ventanas cubiertas por trapos viejos que apenas dejaban pasar la luz El aire olía a cenizas humedad y tristeza Había una mesa de madera coja rodeada de bancos
desparejados En el centro siete platos vacíos perfectamente alineados como si alguien los hubiera puesto allí esperando un milagro Junto a la chimenea un cajón de madera hacía de cuna Allí el bebé que no acargaba fue depositado con extremo cuidado Las paredes estaban adornadas solo con manchas de humedad y algunos ganchos vacíos donde quizás colgaban ollas o herramientas que ya no estaban En un rincón una estufa a leña apagada En otro pila de mantas desgastadas que probablemente eran todas las camas que tenían
Noah dejó la maleta en el suelo con un suspiro pesado Este era el lugar de papá dijo señalando la única silla con respaldo ubicada en la cabecera de la mesa Elisa sintió un nudo en la garganta Entonces se queda vacío respondió bajando la voz Noah asintió en silencio De repente la niña más pequeña la que no había hablado en todo el camino se acercó sujetando con fuerza la manta que traía consigo Sus ojos grandes y oscuros la miraron con una mezcla de desconfianza y esperanza “Yo yo me llamo Lucy” dijo
casi en un susurro “Mamá me decía que yo sabía cuidar cosas.” Elisa se agachó a su altura le acarició la mejilla y sonrió aunque su corazón temblaba por dentro “Entonces ¿vas a ayudarme a cuidarte te parece?” le dijo Lucy asintió sin soltar la manta Ela se levantó respiró hondo y se acercó al rincón donde parecía estar la cocina Abrió una de las alacenas solo para encontrar vacío Nada ni harina ni arroz ni legumbres solo una vieja bolsa de sal y un tarro con algo que parecía más polvo que azúcar Se giró hacia los niños ¿Qué han comido estos días preguntó Abigail respondió sin levantar
la vista Cuando papá murió Samuel atrapó un conejo Pero ya se acabó Samuel cruzó los brazos con la mandíbula tensa como si se negara a aceptar que lo que hizo fue suficiente cuando en el fondo sabía que no lo era Elisa cerró los ojos metió la mano en su bolso de viaje y sacó lo único que había guardado durante todo el trayecto un pequeño pedazo de carne seca y un puñado de hierbas lo había reservado para ella por si el camino era más largo de lo esperado Pero ya no era para ella Puso una olla sobre la estufa la llenó con agua del único balde que
había en el rincón encendió el fuego con torpeza y empezó a cocinar añadió la carne las hierbas y revolvió mientras el olor poco a poco llenaba el aire cambiando el ambiente Por primera vez desde que entró la casa ya no olía a tristeza olía a hogar Los niños se sentaron alrededor de la mesa en completo silencio No sostuvo al bebé en brazos meciéndolo suavemente Abigail y Amelia se tomaron de la mano Samuel mantenía los ojos fijos en la olla como si su vida dependiera de ello Lucy seguía abrazando su manta Benjamín el
pequeño de 3 años se subió al banco y miraba a Elisa como si fuera la persona más importante del mundo Cuando sirvió el primer plato no dijo mucho Coman despacio Dejen que su estómago recuerde cómo se hace Y ellos obedecieron sin protestar sin hablar sin levantar la mirada Elisa no comió Se quedó de pie junto a la puerta observando su estómago Gruñía Pero dejó que gruñera Esa comida no era para ella era para ellos para que supieran aunque fuera por un momento que alguien alguien había decidido quedarse Y mientras los veía algo dentro de su
pecho empezó a cambiar algo que no tenía nombre pero que quizás se parecía mucho al amor La tarde fue cayendo lentamente pintando el cielo de un naranja intenso que se mezclaba con tonos violetas y rosados Desde la pequeña ventana de la cabaña Elisa observaba como el sol desaparecía detrás de las colinas mientras las sombras se alargaban y el viento traía consigo un frío que se colaba por cada rendija de la casa Adentro el ambiente había cambiado Donde antes había silencio y miedo ahora flotaba un tenue murmullo de cucharas contra platos y pequeños suspiros
satisfechos No era un banquete ni mucho menos pero después de días de hambre aquel caldo simple sabía a gloria Cuando terminaron de comer Noah se levantó tomó las ollas y sin decir nada salió hacia el pozo que estaba detrás de la casa para buscar agua y lavar los utensilios Samuel lo siguió cargando los platos No era una orden Era simplemente la costumbre de quienes sabían que si no lo hacían ellos nadie más lo haría Elisa se quedó dentro con las gemelas Lucy Benjamín y el bebé que dormía profundamente en la caja de madera junto al fuego Observó a las niñas mientras
doblaban las mantas que usarían para dormir Sus movimientos eran torpes pero determinados Había algo profundamente triste en ver a niños tan pequeños realizando tareas que no les correspondían ¿Dónde solía dormir su papá preguntó Elisa mirando alrededor Abigail señaló un rincón junto a la ventana donde había un colchón delgado cubierto por una manta remendada “Allí” susurró El asintió lentamente Luego miró hacia el montón de mantas apiladas en el otro extremo de la cabaña “¿Y ustedes todos aquí” respondió Amelia señalando el suelo La voz de Lucy interrumpió el
momento A veces cuando hacía mucho frío dormíamos todos juntitos abrazados Elisa sintió que algo se quebraba dentro de su pecho Se agachó acarició el cabello enredado de Lucy y respiró hondo obligándose a no llorar No ahora no frente a ellas Cuando Noa y Samuel regresaron ya el sol había desaparecido por completo La oscuridad se instalaba rápido y con ella un silencio diferente Afuera los grillos cantaban el viento sacudía las ramas secas haciendo que la madera del techo crujiera como si estuviera a punto de colapsar No cerró
la puerta con el viejo travesaño de madera que hacía las veces de cerradura Luego miró a Elisa con la seriedad de quien sabe que la vida no da tregua Deberías quedarte aquí por esta noche Mañana si quieres puedes irte Elisa lo miró fijamente Aquella frase aunque dicha con aparente indiferencia llevaba implícita una súplica disfrazada de resignación No voy a irme” respondió ella con voz firme mucho más firme de lo que se sentía por dentro No esta noche no mañana Samuel frunció el ceño ¿De verdad preguntó cruzando los brazos como si no pudiera
