Corazón sin permiso

Las personas que alguna vez lo habían respetado por su estatus se habían vuelto efímeras. Algunos sentían lástima por él, otros lo despreciaban. Nadie estaba dispuesto a restaurar su lugar en aquellos círculos donde reinaban la severidad y la decencia. Su error con su amante resultó ser solo una expresión externa de su debilidad interior: había traicionado la confianza, y eso era más valioso que cualquier posesión.

Capítulo 8. Ella es la luz, él es la sombra
Valentina, sin embargo, creció. El centro de rehabilitación que ayudó a abrir recibió una nueva sala para consultas psicológicas. Leyó literatura sobre el sentido de la vida, la resiliencia y cómo encontrar la fuerza tras una traición. Sus ojos se iluminaron. Sus hijos vinieron, rieron y se llevaron a casa pasteles que ella misma horneó con sus vecinos.

Una noche, Boris pasó por ese mismo centro. No entró. Simplemente se quedó de pie junto a la ventana, contemplando la luz que ya no alcanzaba. Mucha gente se había reunido dentro: supervivientes de cáncer, madres jóvenes y Valentina entre ellas. Se sentó en un estrado contra la pared y contó su historia, no como un acto heroico, sino como una decisión. La gente escuchó y, al final, aplaudió con sinceridad y cariño.

Boris se sumió en su vacío. No hay alegría en la retribución. Hay comprensión. Y eso a veces es aún peor.

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