Capítulo 6. Maldita venganza, sin venganza.
Valentina escuchó a Boris. Había resignación y miedo en su voz; no por perder a una mujer, sino por perder lo que una vez le pareció inquebrantable: consuelo y reconocimiento. Se le encogió el corazón al recordar las noches de insomnio, las semanas esperando los resultados de las pruebas, cuando él solo estaba presente en parte; porque ahora era conveniente.
“No quiero tus excusas”, dijo con serenidad. “Y sobre todo no quiero tu arrepentimiento, si solo lo alimenta tu propio beneficio. Te fuiste porque era más fácil. Querías una nueva historia, nuevos aplausos. Por favor, no hagas una tragedia de esto; es una lección para ti. Para mí, es una nueva vida”.
No le lanzó reproches ni una sola palabra venenosa. Expuso los hechos y sus límites. Y eso era más terrible que cualquier venganza. Boris no solo había perdido a su familia, sino que había perdido el poder de entrar en ella a voluntad.
Una semana después, volvió. Y otra vez. Lo intentó con compasión, regalos, cartas. Valentina recopiló todo esto en una caja, escribiendo respuestas que decían una sola cosa: “No soy quien me conoces. Soy quien elige la vida”.
Capítulo 7. Venganza en números y sillas vacías
Con el tiempo, la venganza se hizo visible en el currículum de Boris: ya no tenía la autoridad que antes tenía, y sus antiguos socios ya no firmaban con su nombre. En un caso, perdió el caso por un descuido: un cliente lo demandó, lo que causó más problemas. Privado de sus antiguas conexiones, se quedó solo con su elección.