Corazón sin permiso

Capítulo 1. El Regreso de la Sombra
La primavera parecía haber llegado demasiado pronto. El último hielo se derretía en las calles, prímulas bulbosas asomaban entre los arces, y Valentina recuperaba la respiración: profunda, uniforme y sin miedo por primera vez en mucho tiempo. Llevaba el pelo corto, el que había elegido después de su primera quimioterapia, y el nuevo largo le daba un aspecto más decidido. Su madre caminaba a su lado, sonriendo, su hijo la llamaba de vez en cuando y le enviaba vídeos graciosos; la vida volvía a su ritmo habitual.

Y de repente, una llamada. El número le sonaba, la voz, una desconocida.

“Valya, soy yo… Boris”, dijo con voz serena, como si no hubieran compartido la cama el día anterior, como si no hubieran compartido el pan de cada día. “¿Puedo? ¿Puedo pasar?”

El corazón de Valentina no dio un vuelco. Simplemente se detuvo una fracción de segundo y luego volvió a latir con calma. Miró a su madre, y los ojos de Antonina Igorevna leyeron lo mismo: “¿Qué quiere?”.

“Ven”, respondió secamente. “Voy a la cocina”.

Al entrar, la sala parecía una obra de teatro donde los actores ya se habían aprendido sus papeles. Boris sostenía un pequeño ramo de tulipanes y sonreía furtivamente, la misma sonrisa con la que se había marchado: deslumbrante, segura, acostumbrada al escenario.

“Valina”, empezó. “Me… me equivoqué. Quiero retractarme. La vida sin ti está vacía”.

Lo miró como se mira una señal de tráfico que se quiere quitar. Su mirada era fría, serena, y carente de su antigua compasión.

“Cometiste un error hace mucho tiempo, Borya”, dijo en voz baja. “Pero cometer errores es una cosa. Asumir las consecuencias es otra muy distinta”.

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