Cómo vendimos una estatua y salimos de deudas

Treinta y cinco mil euros. Incluso con las fluctuaciones del tipo de cambio, son sumas con las que su familia jamás se atrevió a soñar.

—¿Por qué tan poco? —preguntó ella, inesperadamente—. Pero dijo que el precio sería dos o tres veces más alto en una subasta.

Veniamin Petrovich sonrió levemente.

—Porque una subasta lleva tiempo, riesgos y comisiones. Y no hay garantía de que se venda al precio máximo. Estoy asumiendo estos riesgos y… también quiero ganar dinero. No soy una organización benéfica, ¿verdad?

Habló con calma, sin presiones. Sinceramente.

Nastya guardó silencio.

“No tienes que decidir ahora”, añadió con más suavidad. “Devuelve el artículo, piénsalo, consulta con tu marido. Solo ten en cuenta que es caro y puede tener un historial complicado. Te recomiendo que, si decides hacerlo, formalices todo oficialmente. A través de la tienda, con un contrato. Para que nadie pueda criticarte después.

“Es una historia complicada…” repitió, guardando la estatuilla en su bolso.

Le pareció que esta “historia” no pertenecía a la estatuilla, sino a su familia. Y ahora, en sus manos, yacía una oportunidad única en la vida.

Etapa 4. La venta, el secreto y una nueva vida
Esa noche, ella y Andrey se sentaron en la misma cocina de siempre. Solo que esta vez, entre ellos, no una lista de gastos mensuales, sino un trozo de papel con cifras que durante mucho tiempo les había costado aceptar como reales.

“Treinta y cinco mil euros…” repitió Andrey, como saboreando las palabras. “Nastya, entiendes que esto… es toda nuestra vida por delante”.

“O liberarnos de la que tenemos ahora”, respondió ella en voz baja.

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