Etapa 1. La figurita que era más estresante que los préstamos.
Natalya Vasilyevna no quería que sus hijos se pelearan abiertamente, así que se acercaba a su hija y filmaba el regalo en silencio.
Una vez al mes, como un reloj, aparecía en la puerta con una bolsa de la compra y una sonrisa de disculpa.
“Cariño, solo es un momento… Vamos, ¿dónde está esa belleza?”, intentó bromear su madre.
Nastya sacó la figurita del estante superior del armario en silencio. Allí estaba, apartada, para que los niños no la tiraran accidentalmente. Pesada, fría, con expresión altiva. Una mujer con un vestido antiguo, manos elegantes y mirada vacía.
Anastasia la miraba cada vez y sentía una punzada en el interior.
“Mamá, ¿de verdad crees que esto es normal?” Nastya no pudo soportarlo un día, mientras su madre tomaba fotos en su teléfono desde varios ángulos. “Como en el circo: ‘Demuéstrame, pobre pariente, que aún no has vendido mi regalo real’.”
“Nastya, no empieces…” Natalia Vasilyevna suspiró con cansancio. “Ya conoces a Anton. Si no le envío la foto, vendrá aquí y armará un escándalo. ¿Acaso necesito esto? ¿Necesitas esto?
“Se lo merece”, murmuró Anastasia. “Quizás así entienda lo que es vivir endeudado”.
Pero no discutió. No tenía fuerzas. Trabajaba todo el día en la guardería y, por las noches, le costaba mucho hacer las tareas de la casa. Andrei llegaba a casa de la fábrica cansado, con las uñas manchadas de hollín, y se tumbaba en el sofá, mirando el móvil para olvidarse del préstamo.