“Cinco años después de abandonarme, me vio llegar a su boda con los hijos que nunca supo que existían”

Vestida de rojo, perfecta, radiante. O eso creía. Porque cuando nuestros ojos se cruzaron, su sonrisa se congeló. El vaso en su mano tembló. Derramó champán sin darse cuenta.

Yo no sonreí. No hacía falta.

El sacerdote carraspeó, incómodo. El novio, Álvaro Ríos, un empresario admirado, me observaba con el ceño fruncido, intentando recordar de dónde me conocía.

Nos sentamos en la primera fila.

—¿Quién es ese hombre? —susurraban.

—¿Son… sus hijos?

Tasha respiraba con dificultad. Yo podía verlo. Había esperado a un hombre roto. Y frente a ella estaba alguien que ya no necesitaba demostrar nada.

Cuando el sacerdote empezó la ceremonia, saqué mi teléfono.

Elegí una foto.
Una sola.

La envié.

Leave a Comment