—Cuando un hombre levanta la mano contra mi hija —y mi nieto por nacer— se convierte en asunto mío.
Un murmullo de confusión se extendió entre la multitud. ¿El padre de Anna? ¿El multimillonario Daniel Foster? El parecido estaba ahí, aunque pocos lo habían visto fuera del mundo empresarial.
La confianza de Michael vaciló.
“¿Lo sabías?”, balbuceó.
Los labios de Daniel se apretaron.
—Lo sabía todo. Tu amante. Tus salidas nocturnas. Tus mentiras. Esperaba que mi hija se equivocara, que tal vez cambiaras de opinión. Pero hoy le mostraste al mundo quién eres de verdad.
Samantha se removió incómoda al darse cuenta de que la dinámica de poder había cambiado. Michael ya no tenía el control.
Anna, todavía conmocionada, susurró:
—Papá… —Su voz se quebró, una mezcla de alivio y vergüenza; vergüenza de haber soportado la crueldad de Michael en silencio durante tanto tiempo.
Daniel la rodeó con un brazo firme.
—No tienes que decir nada. Estoy aquí ahora.