Cambié Sus Pastillas Por Unas De Veterinario Esa Noche Llamó El Hospital «Su Marido Y Su Cuñada…

En ese momento sonó el móvil. Me asusté tanto que casi se me cae. Era mi mejor amiga, Sofía. Intentando desesperadamente ocultar el temblor de mi voz, contesté, “Ana, ¿sabes a quién acabo de ver?” “A tu marido en el Hotel Palace, en la habitación 4708.” Interrumpí a Sofía. Mi voz sonaba fría y extraña, como si no fuera mía. Se hizo el silencio al otro lado de la línea. Luego Sofía exclamó en voz baja, “Vaya, así que ya lo sabes.

¿Y quién es la mujer?” Apreté con fuerza el envase de plástico de las pastillas. La palma de mi mano me dolía. La voz de Sofía se volvió casi inaudible. Creo que es Marina, la mujer de tu cuñado, pero podría haberme equivocado. La cabeza me dio vueltas. Marina, la misma Marina que en cada reunión familiar me cogía cariñosamente del brazo y me llamaba cuñadita, la amada esposa del hermano pequeño de mi marido, Ignacio. ¿Estás segura? Mi voz se quebró.

Llevaban ambos mascarilla, pero Marina llevaba ese bolso de edición limitada de Loewe. Lo reconocí al instante. Solo hay unos pocos en todo Madrid. Sofía hizo una pausa y preguntó, “Ana, ¿qué vas a hacer?” Miré la caja de pastillas en mi mano y de repente me eché a reír. Quiere emociones fuertes. Pues bien, le voy a conceder su deseo. Tras colgar, fui directamente a la clínica veterinaria de Sofía. No solo era mi mejor amiga, sino también la mejor veterinaria de Madrid.

¿Estás loca? Sofía me arrancó la viagra de la mano y la tiró a la papelera de su consulta. Esto es un delito de lesiones agravadas. ¿Vas a ir a la cárcel? Como si nada, saqué de su armario de medicamentos un frasco con un estimulante veterinario. Este es el producto que se usa para la monta de perros de gran tamaño, ¿verdad? Dijiste que para los humanos era inofensivo, que solo acelera el ritmo cardíaco y la circulación. Si el efecto se prolonga, quizás cause impotencia.

Y ya está. Sofía se cayó de repente y me miró con una expresión extraña. Ana, ¿no irás a vengarte según el principio de ojo por ojo, diente por diente, ¿verdad? Yo transfería una a una las pastillas amarillas a la caja azul de la Viagra. No te preocupes, lo entiendo. Le gusta comer a escondidas, pues que coma hasta hartarse. Sofía intentó detenerme, pero luego solo suspiró y me tendió un documento. Firma al menos esto. Es necesario registrar que recibiste estas pastillas con receta para la monta de nuestro Golden Retriever.

A las 11 de la noche estaba sentada en el oscuro salón y oí la llave girar en la cerradura. Javier entró con cuidado, me vio y se sobresaltó. ¿Todavía no estás durmiendo? Percibí un leve olor a perfume en él. Era el aroma preferido de Marina, Black Opium. Qué ridículo ser infiel y ni siquiera pensar en cambiar de perfume. Te estaba esperando, sonreí y me levanté. ¿No tienes hambre? ¿Quieres que te caliente un poco de leche? Javier suspiró aliviado y sonriendo, dijo que no era necesario.

Luego, alegando cansancio, fue directo al baño. Oí como echaba el cerrojo y, entre el ruido del agua la débil vibración del móvil. Cuando salió secándose el pelo, yo ya había vuelto a colocar la caja de pastillas cambiadas en el bolsillo de su chaqueta. Tengo que levantarme temprano mañana. Me voy a dormir. Se inclinó y me besó en la frente. Antes este gesto hacía que mi corazón se acelerara, pero ahora solo me provocaba repulsión. Buenas noches. Con una sonrisa, lo seguí con la mirada hasta el despacho.

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