Apenas una hora después del entierro, un niño de 7 años insistió en que su padre desenterrara la tumba de su madre, -DIUY

El mundo se detuvo.

Ethan chilló.
—¡Te lo dije! ¡Te lo dije, papá!

Michael retrocedió, helado.
Los trabajadores se miraron entre sí, pálidos como el mármol.
Otro golpe.
Más fuerte.
Y luego… un gemido.

—Dios mío —susurró el cuidador—. Está viva.

Michael cayó de rodillas.
—¡Laura! —gritó—. ¡Laura, amor mío, te tengo!

Entre sollozos, ayudó a levantar la tapa. El aire atrapado salió en un suspiro sofocante.
Dentro, la mujer abrió los ojos.
Estaban desorbitados, llenos de terror, pero vivos.
—M-Michael… —balbuceó—. No podía moverme… no podía gritar…

Ethan se lanzó hacia el ataúd, llorando de alegría.
—¡Mamá!

Michael la sacó en brazos, cubierto de tierra, de lágrimas, de incredulidad.
Los presentes quedaron petrificados. Algunos rezaban, otros filmaban con manos temblorosas.
Nadie hablaba.
Solo se oían los sollozos y la respiración jadeante de Laura, viva, después de haber sido enterrada.

Leave a Comment