Me quedé congelado por un momento, aferrándome al asa de mi bolso de lona, con el corazón latiendo con fuerza. Las cortinas de los vecinos se movían, testigos silenciosos de mi humillación. Quería gritar, golpear la puerta, exigir que me dejaran volver a la única casa que me quedaba. Pero el dolor me había vaciado, y el golpe de la puerta se sintió definitivo.
Sin hogar. Con el corazón roto. Solo.
La única persona a la que podía recurrir era mi madre, Linda, que vivía a tres horas de distancia en el campo de Puebla. Ella y mi padre habían estado divorciados por más de una década y no se hablaban desde hacía años. Temía hacer la llamada, avergonzado de lo pequeño y destrozado que sonaba, pero ella no dudó. “Quédate donde estás,” dijo con firmeza. “Voy para allá.”
Condujo toda la noche. Al amanecer, todavía estaba sentado en los escalones del porche, entumecido por el agotamiento, cuando los faros de su coche iluminaron el patio. Salió del auto, su rostro pálido por la preocupación pero sus brazos fuertes al envolverme. Por primera vez desde el funeral, me permití llorar.
Cuando se apartó, miró la casa oscura detrás de mí. Su mandíbula se tensó y algo ininteligible pasó por sus ojos: frío, decidido.
“Cariño,” susurró, secando una lágrima de mi mejilla, “tu padre y yo teníamos un secreto. Y es algo que Carolina no va a gustarle.”
Sus palabras cortaron mi dolor como una chispa en leña seca. ¿Un secreto? ¿Mi padre, que siempre había parecido tan directo, me había ocultado algo? ¿Y mi madre… por qué revelarlo ahora, de todas las veces?
La casa se alzaba detrás de nosotros, sus ventanas oscuras, pero de repente ya no se sentía como hogar. Se sentía como el comienzo de una batalla…
Mi madre me tomó de la mano y, con un brillo determinado en los ojos, dijo:
—Vamos a recuperar lo que es tuyo.
Antes de que pudiera protestar, entramos al porche y nos acercamos a la puerta principal. Carolina nos observaba desde la ventana, sus cejas arqueadas, como si supiera que algo estaba a punto de suceder. Yo podía sentir su odio hirviendo en el aire.