Usen nosotros: debemos sentarnos y revisar nuestras cuentas para saber dónde está qué. Si “nosotros” genera defensa, nombra el objetivo: si algo te pasa, necesito saber cómo mantener la luz encendida.
En casa, el sobre del conservador del condado contenía la actualización del extracto del fideicomiso y la confirmación de que la cesión de la hipoteca estaba correctamente registrada. La guardé bajo “Casa” y cerré el cajón. Afuera, el océano levantaba y devolvía las mismas olas, mil veces distintas. Al quinto amanecer, un barco de pesca trazó un hilo de plata sobre el agua. Tom trajo un banco de madera reciclada que había hecho con antiguos encofrados salvados de una obra. El asiento aún mostraba marcas: ocho pulgadas, dieciséis, veinticuatro. Colocamos el banco mirando al oeste. Una alerta bancaria vibró: Pago recibido — Préstamo Henderson Construction (Wade H.). No le envié mensaje. El marco era el mensaje.
Me puse una chaqueta roja y miré el horizonte tomándose su tiempo. Cuando apareció la primera estrella, lo dije en voz alta, porque a veces hay que escucharse para creer: Mi casa. Mi nombre. Mi paz. El océano respondió como siempre: continuando.
A la mañana siguiente, Wade escribió para preguntar si podíamos hablar “en terreno neutral”. Elegí el diner en el acantilado, donde el café es fuerte y las sillas no pretenden ser otra cosa que sillas. Llegó con una chaqueta desgastada y se sentó frente a mí como un hombre intentando aprender un nuevo alfabeto.
—Hice el pago —dijo—. A tiempo.
—Lo vi —respondí—. Gracias.
Se aclaró la garganta:
—Pensé que el dinero repararía el sentimiento. No es así.
—El dinero repara el dinero —dije—. Lo demás requiere otras herramientas.
Miró sus manos.
—Romy no viene hoy. Ella… no le gustan los almuerzos.
—Entonces estamos solo nosotros dos —dije.
—Quiero entender las reglas —dijo—. No para discutir. Para entender.