Retrocedió un paso, con la voz quebrada:
“Valeria… escucha. Esto… no tiene nada que ver con Ana.”
Solté una risa amarga:
“¿Nada que ver? ¡Tu ropa interior envuelta en su brasier! ¿Me crees idiota?”
Tomás tragó saliva.
“Valeria… ese calzoncillo… no es mío.”
El corazón se me detuvo medio segundo.
“¿Cómo que no es tuyo?”
Tomás me miró con unos ojos que escondían algo enorme… algo que llevaba tiempo ocultando.
“Ese calzoncillo… es de mi hermano gemelo.
El hermano que nunca conociste.”
Me quedé pasmada.
“¡Tú no tienes ningún hermano gemelo!”
Tomás bajó la mirada:
“Sí tengo… pero nunca te dije.
Mi hermano —Tadeo— sufre un trastorno mental severo.
Hace dos semanas… escapó de la clínica donde lo cuidaban.”
Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.
“Ese calzoncillo… es el mismo que se llevó cuando huyó.
Valeria… él ha estado entrando a nuestra casa.
No solo una vez.”
Miré alrededor, cada sombra, cada esquina del vestidor.
Tomás continuó:
“La cámara de la entrada… la semana pasada grabó a alguien parado frente a nuestra habitación a las tres de la mañana.
Pero la borré porque pensé que te asustaría.”
La piel se me erizó entera.
Tomás murmuró:
“No pensé que Tadeo volvería a entrar… ni que tocaría las cosas de Ana…”
La respiración se me cortó.