Me llamo Valeria.
Aquella noche, justo a la medianoche, estaba acomodando ropa en el vestidor cuando vi algo que me hizo hervir la sangre hasta dejarme entumida.
En el perchero, entre la ropa recién lavada, estaba el brasier de la muchacha que trabajaba en mi casa: Ana.
Y dentro de él, envuelto como si fuera un regalo…
…estaba el calzoncillo de mi esposo, Tomás.

El mismo que llevaba días buscando sin encontrarlo.
Un corrientazo me subió directo a la cabeza.
Sin pensar, me lancé sobre Ana y le solté una bofetada que retumbó en toda la casa.
“¡Maldita! ¿¡TE ATREVISTE A ACOSTARTE CON MI MARIDO?!”
Ana cayó sobre el piso frío, con los ojos llenos de pánico, los labios temblando: