—Porque entonces será demasiado tarde.
Quiso preguntar, pero su mirada lo detuvo: demasiado seria, demasiado distinta a la de antes.
Asintió.
—Lo prometo.
Pasaron la noche juntos. No como amantes, sino como personas que alguna vez habían compartido la misma vida.
Ella permaneció a su lado un largo rato, despierta, acariciándole el pelo.
Y por la mañana, despertó solo.
Larisa se había ido.
La habitación estaba vacía, solo un tenue aroma a su perfume impregnaba la almohada.
Sobre la mesa, la misma caja y la misma nota.
Sintió un escalofrío al reconocer la letra familiar: