A veces, una sola frase puede dividir la vida en “antes” y “después”.

«Hiciste lo que tenías que hacer. Ahora yo he hecho lo que debo. Perdóname. No me busques».

Le temblaban las manos. Abrió la caja.

Dentro había algo que le heló la sangre…

Clímax

Víctor contempló la caja durante un largo rato, temeroso de abrirla.

La nota temblaba entre sus dedos. Las palabras de Larisa —«No me busques»— sonaban a sentencia de muerte.

Retiró con cuidado la cinta. La tapa cedió con un suave clic.

Dentro había cartas cuidadosamente dobladas. Sus cartas.

Las mismas que le había escrito hacía muchos años, cuando su historia apenas comenzaba.

Cada carta estaba numerada y atada con un fino hilo rojo.

En el sobre superior estaba la inscripción:

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