A veces, una sola frase puede dividir la vida en “antes” y “después”.

Introducción

A veces, una sola frase puede dividir la vida en un “antes” y un “después”.

Suena simple, casi mundano: sin gritos, sin dramas.

Pero en el silencio que sigue, las barreras se derrumban, los sentimientos se desvanecen y el mundo familiar se torna extraño.

Así fue aquella noche cuando Víctor, evitando la mirada de Larisa, pronunció las palabras que había estado preparando durante dos semanas, o incluso más:

“Amo a otra persona… perdóname”.

Esperaba lágrimas, gritos, tal vez incluso histeria. Pero Larisa solo asintió.

Se quedó junto al fregadero, enjuagó una taza como si nada hubiera pasado y se secó las manos con una toalla de gofre.

“Está bien”, dijo en voz baja. “Si me amas, vete”.

No había temblor en su voz, ni reproche. Solo un ligero cansancio, como si esta decisión se estuviera gestando no solo dentro de él, sino también dentro de ella.

Y entonces una petición, la más extraña que jamás había oído:

«Solo dame un regalo antes de irte».

No explicó qué era, solo dijo: «Lo entenderás cuando llegue el momento».

Y él, sin pensarlo, aceptó.

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