«Marin, no sé por qué te escribo. Supongo que es demasiado tarde para disculparme.
Alena se fue. Dijo que no quería ser niñera de un hombre sin futuro.
Sin trabajo. Moscú no lo soportaba.
A veces pienso que todo habría sido diferente si no hubiera tenido miedo de quedarme.
» «Perdóname, si puedes».
Colocó la carta en el alféizar de la ventana y la contempló durante largo rato.
No sentía ira ni lástima. Solo una silenciosa gratitud al destino por haber sobrevivido a todo aquello.
Porque es tras el dolor cuando llega la verdadera comprensión:
Es mejor vivir solo que con alguien cuya alma partió hace mucho tiempo.
Conclusión
Aquel verano fue cálido.